Formado bajo el ala de un músico prolífico, su padre, que cuenta con más de 700 obras, Rogelio Groba Otero ha respirado música desde la infancia. De su progenitor [Rogelio Groba Groba] heredó la pasión por la partitura, y también el gusto por unos acordes gallegos que, asegura, siempre han carecido de "una buena promoción". Con su Orquesta de Cámara Galega, a la que dirigirá hoy miércoles en María Pita, trabaja desde hace casi un cuarto de siglo para dignificarlos sobre escena. Será a partir de las 21.00 horas cuando el violinista los suba a las tablas, donde reunirá a varios nombres olvidados de nuestra historia.

Para este concierto, ¿obras suyas o de su padre?

Va a haber música de Groba con una soprano fantástica, Laura del Río. Haremos algún guiño a algún compositor español como Falla, y trabajaremos con la pianista Gema Arias. Como en la orquesta tenemos la idea de recuperar música, también recogeremos obras de autores que están en cajones.

¿Hay mucho olvido en el mundo sinfónico?

Sí, la música clásica se ha encasillado mucho en hacer 20 o 22 autores. Y, dentro de ellos, siempre se programan las mismas obras. Nosotros intentamos buscar otras que también funcionan, pero que se han quedado ahí. La música gallega, por otra parte, siempre tiene que estar presente. Es un producto superexportabe, y tenemos que creer en ello, pero no se cree o no se ayuda a que se crea... Y me parece que es un gran fallo.

¿Es una cuestión de voluntad política o de las agrupaciones?

Vivimos en un país en el que la cultura está en manos de la política, sobre todo la musical. Pero la responsabilidad pública debería tener en cuenta que, si no vendemos nuestro producto, perdemos una oportunidad importante. Nosotros lo hemos hecho siempre con mucho voluntarismo, pero con poca ayuda. Esa es la realidad.

Siempre ha sido muy reivindicativo, ¿qué peticiones puede dar por satisfechas a día de hoy?

Las únicas que pude desarrollar personalmente y con mi grupo. La gente que me ha acompañado en este viaje, que el próximo año cumplirá los 25. Hemos peleado por todo el mundo con un producto, y lo hemos hecho muchas veces con un tirachinas.

¿Ha sido tan duro?

Ha sido y es muy duro, pero también muy gratificante. Date cuenta de que no es solo llevar la música española a plazas grandes. Nuestra idea fue siempre llevarla también a las pequeñas, porque hay gente que vive en exclusión cultural y no recibe conciertos de música clásica de forma habitual.

Otra, como usted, tiene toda una vida dominada por ella...

Sí. A mí todo me recuerda a la música clásica. Es tan sensitiva que te acompaña y, los que la vivimos de forma obsesiva estamos todo el día con obras en la cabeza.

De padres músicos suelen salir hijos músicos, ¿es difícil romper ese eslabón?

A veces sí y a veces no. Para mí fue una maravilla tener a mi padre como modelo. Sabiendo que tienes una figura que es imposible casi de superar, pero que me ha enseñado tantas cosas de la música, y de lo que no lo es...

¿Por ejemplo?

La lucha contra el ego. El ego es un veneno para cualquier persona, salvo en los momentos en los que es necesario, como cuando estás en el escenario. Ahí sí puedes desatarte, pero luego tienes que volver a ponerte el traje de faena.

¿Ha tenido que luchar mucho contra la vanidad entre bambalinas?

Hombre, claro. Es que, en esta profesión, lo más difícil es gestionar el ego de los demás. El de un músico, un empresario... ¿Nunca escuchaste estas obras en las que no entiendes nada? Pues ellos dicen que esa música requiere un grado de intelectualidad importante, y que no es para todo el mundo. Pero yo creo que lo que les encanta es decir que les encanta.

¿Por postureo?

Yo creo que sí. Y eso que la música es de las artes en las que menos se puede dar el pego. Porque es algo sensitivo y, o te gusta, o no.

¿Cuál le gusta a usted, fuera de la clásica?

A mí me gusta todo menos el reguetón y la salsa. Todo lo demás puede rondar por mi cabeza.

¿No es purista?

Para nada. Por ejemplo, me encanta el rock y lo toco con mis amigos. Mi vida fue encaminada única y exclusivamente al violín y al piano cuando era pequeño, pero me encanta Deep Purple. Y me oxigena. Aunque, sobre todo, compongo música clásica.

¿Y las musas le encuentran o sale a buscarlas?

La inspiración puede venirme tomando un café o leyendo... Creo que parte siempre de la sensibilidad, de que te llame algo la atención. A partir de ahí, es trabajar, y ser muy selectivo. Escribir mucho y romper mucho, porque a veces creo que la gente compone más de lo que tiene que decir.

¿Cuánto tiene que ver esa autoexigencia con el listón que ha dejado su padre?

En mi caso ninguna, porque no me comparo. Si me comparase, no haría nada...

¿De verdad nunca se ha comparado?

Socialmente sí, pero artísticamente no. Yo creo que uno tiene que tratar de hacer las cosas de la mejor forma posible. Solo hay un Groba, y podrás imitarlo, pero queda cutre. Yo, a la hora de componer, busco mi camino.

Se habla mucho del legado de su padre. ¿Cuál querría que fuera el suyo?

Me encantaría que la Orquesta de Cámara Galega siguiese como la concebí, como una orquesta polivalente que pueda ser una embajada de nuestro repertorio por el mundo y por Galicia. Que lleguemos a cada pueblo, y que la gente conozca obras que son parte de su cultura y de las que tiene que estar orgullosa. La música que no conoces no la puedes amar, y en eso estamos trabajando.