No hay charla con Sito Sedes en la que no salga a relucir algún halago para Los Satélites. "Le estoy muy agradecido. Fue la orquesta de mi vida", dice el crooner coruñés, que pasó más de una década a su frente como cantante. Allí se curtió sobre las tablas, en las que sigue aprendiendo a pesar de estar ya jubilado. Su nuevo proyecto con la Garufa Blue Devils Big Band, Siboney, ha sido una oportunidad para beber de "otra generación muy preparada", que le acompañará en su interpretación del disco el domingo en la plaza de María Pita (22.00 horas).

¿Se imaginaba sacando nuevo disco a los 73 años?

No. La verdad es que para mí fue una sorpresa. Yo había tocado con Roberto [Somoza] estando con Los Satélites, pero me lo encontré en la calle y me invitó a cantar con la Garufa. Fui, lo hice dos veces y a la tercera me dijo que querían grabar un disco conmigo. Y ahí metió boleros como Perfidia, Sabor a mí, Obsesión...

¿Qué tiene, que le vienen a buscar las nuevas generaciones?

No lo sé [risas]. Quizá que sea ya de la última especie que queda por ahí. Pero soy consciente de que el mundo de la música me quiere mucho, y yo a él también. Siempre lo he tratado con un gran respeto, y creo que voy recogiendo estas cosas como fruto.

¿Se ha adaptado bien a la big band, después de tanto tiempo consagrado a la verbena?

Evidentemente, hay un cambio. Pero a mí me gusta escuchar para aprender, y todavía estoy aprendiendo muchas cosas. Además, yo hoy no podría estar en la verbena. Yo dejé Los Satélites porque estaba entrando otro tipo de música que a mí no me gustaba y, si no, iba a hacer el ridículo.

Ahora que ha pasado a la Garufa al bolero, usted podría probar con el blues...

¡Qué va! [risas] ¡Yo no me atrevo! Me gusta mucho escucharlo, sin embargo...

¿Le tiene respeto?

Sí, sí. Yo sé dónde puedo defenderme. Por ejemplo, creo que nunca he cantado un pasodoble. Y eso que he estado en la verbena.

Sí ha cantado mucho Triste papel, uno de los temas del álbum. ¿Qué recuerdos tiene asociados a la canción?

Tengo asociada toda mi vida discográfica, desde los inicios. Cuando salían Papelito blanco, Papá y mamá... la gente se volvía loca. Recuerdo que yo había grabado Triste papel, pero el público no me lo pedía. Me entró una pena... Sobre todo, porque, justo cuando dejo Los Satélites, empiezan a decirme que la cante. ¡Ahora, que estoy jubilado! Pero es una gran satisfacción que, después de tanto tiempo, esa canción que es tu preferida siga funcionando.

Se quejaba Javier Saavedra [director de Los Satélites] de que ya no hay música de calidad en las orquestas. ¿Con usted se acabó la era dorada?

Conmigo y con todo el mundo. Cambió totalmente. Hoy las orquestas hacen dos pases: uno para la gente mayor y otro para el botellón. Son más espectáculo.

¿Y el repertorio latino? ¿No se tambalea frente a eso?

Siempre suena alguna canción ranchera. Pero no hacen la salsa de antes. Aunque yo también fui joven, y cada generación tiene derecho a sus cosas...

Pero usted de niño escuchaba a Pucho Boedo...

Porque a mi pueblo, Sillobre, se llevaban siempre las mejores orquestas. Y él iba mucho con Los Trovadores. Para mí ver a Pucho era como ver a Dios. Recuerdo que la primera vez que estreché su mano fue en La Casita de Oro, un bar donde paraban todos los músicos. Cuando le vi... buf. A partir de ahí, nació una gran amistad.

¿Quedan crooners como aquellos?

No, no quedan crooners como Pucho. Con eso se nace, hay que tener un don. Hay que saber llenar el escenario sin moverte, saber cantar expresando y no gritando...

Usted eso comenzó a aprenderlo en la orquesta Atlantic.

Yo era portero de fútbol del Barallobre, malo que no veas, y un vecino que estaba de saxo en la orquesta me dijo que les había dejado colgado el cantante. Ahí nació. Pero la vocación la tuve siempre, porque mi padre cantaba muy bien. Cuando había alguna festividad importante, mis tíos estaban esperando a terminar de comer para escucharle. Yo creo que fue eso lo que me llevó a cantar.

¿Le quedan manías de su tiempo sobre escena?

Me queda subir al palco con el pie derecho, contar tres, y poner mi mano izquierda mirando hacia el público. No me preguntes por qué, pero lo hago desde que tenía 16 años y lo sigo haciendo ahora. Y me da buen resultado, el público me quiere.

Lo demuestra su gira continua por Galicia. ¿Ha vuelto a subirse al carro?

No, yo sé a dónde puedo llegar. Con la Garufa voy a cantar sobre 14 temas, pero si ahora Los Satélites me llamasen para actuar con ellos todos los días, no iría. Porque tengo 73 años, y no es lo mismo subir a cantar seis temas que hacerlo dos horas, y moverse por el escenario. Con eso no puedo.

Pero si le quitamos la música...

Lo pasaría muy mal. Yo ahora mismo me levanto a las ocho de la mañana, voy a caminar y ya pongo un piano virtual en el ordenador para entrenar la voz tres cuartos de hora. Y, a las ocho de la tarde, seguramente ya estaré enganchado otra vez con algún tema. Si no, volver al escenario me costaría muchísimo trabajo.