Músicas llegadas del frío resonaron ayer en la plaza de María Pita, abarrotada, de la mano de la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG). La formación interpretó piezas de tres compositores rusos y uno armenio en un concierto que, como ya es tradición, terminó con un guiño al deportivismo.

El público, fiel a la cita con la orquesta, ocupó hasta los aledaños y las escaleras que conducen a la iglesia de San Jorge por un lateral del palacio municipal. Además de las dos pantallas laterales que proyectaron las actuaciones de la programación musical de este año en la plaza, los asistentes ubicados en la mitad trasera de la plaza pudieron observar con detalle la actuación gracias a una tercera pantalla colocada tras la torre de control de sonido.

Bajo la batuta de José Trigueros, la orquesta comenzó el recital, a las 20.30 horas, con la obertura de Ruslan y Ludmilla, de Mihail Glinka. Continuó con la suite Gayane, de Aram Kachaturian; las Danzas polovtsianas de A. Borodin; la Procesión de Sardar, de M. Ippolitov-Ivanov y la suite Spartacus, también de Kachaturian.

El director condujo a los músicos de memoria, sin partitura delante, de principio a fin. Incluidas las cuatro piezas que la OSG ofreció a modo de bis.

Una vez finalizado el programa oficial, ya anunciado con antelación, la orquesta interpretó una tercera pieza de Kachaturian, Masquerade vals. Tras una última concesión a los autores soviéticos, la OSG tocó Negra Sombra, interpretación que le valió sonoros vítores y aplausos, como lo harían las dos piezas que pusieron el broche al concierto: una fusión de la Alborada de Veiga y la Muiñeira de Chantada, que el público acompañó con palmas, animado por el director, y el himno del Deportivo.

El guiño a los deportivistas, ya esperado por el público tras años como guinda de los conciertos de la Sinfónica en María Pita, contó en esta ocasión con un invitado especial. El conocido delegado del club Juan Ángel Barros Botana Barritos se subió al escenario junto al director, que se había puesto una bufanda del Deportivo, y tomó de éste la batuta. Tras un inicio en tono cómico en que Trigueros amagó una lección de dirección a Barritos, el histórico deportivista se puso al frente de la orquesta para el himno, que de nuevo arrancó palmas en la plaza.