Para Rafael Álvarez El Brujo (Córdoba, 1950), la comedia es siempre una excusa para hablar de lo importante. Y lo importante, asegura, se esconde en los clásicos. El actor lleva más de 30 años navegando entre ellos, arrancando la carcajada en un terreno árido que se aleja de cualquier vertiente comercial. Dice que busca "una respuesta a los problemas de la existencia", alguna "enseñanza" de la vida, que ha tratado de recoger en figuras que van desde Teresa de Jesús hasta al maestro del yoga Paramahansa Yogananda.

Esquilo, el autor griego, es su nueva escala en este particular viaje. A partir del dramaturgo, y de ensayos de Nietzsche y Steiner, el actor ha creado Esquilo, nacimiento y muerte de la tragedia, una reflexión humorística sobre el género que compartirá este viernes a las 20.30 horas en el teatro Colón.

El evangelio de San Juan, San Francisco de Asís y ahora una mezcla de Esquilo y Nietzsche. Se atreve con lo que nadie lo hace

Sí, la verdad es que estos textos están basados en obras que la gente del teatro no suele tener en cuenta. San Francisco, juglar de Dios era una obra de Darío Fo, un escritor muy valorado y conocido, pero los místicos no. Y yo he cogido a Esquilo por ese lado, porque la mística no es solo una cuestión relacionada con la religión cristiana, sino de muchas culturas, y el autor es mágico en sus planteamientos.

¿Cómo es la nueva versión que ha inventado?

He hecho una reflexión sobre la tragedia basándome en la inspiración que me han proporcionado El nacimiento de la tragedia de Nietzsche y La muerte de la tragedia de Steiner. Así explicado parece una cosa para profesionales de la enseñanza, pero es un espectáculo para el público llano, con alguna referencia al presente de forma humorística y satírica.

Esa actualidad a la que alude... ¿Es comedia o tragedia?

Es una comedia que acaba con una reflexión en tono trágico. No solo porque haya un desenlace dramático, sino por el lenguaje. Yo pienso que uno de los problemas que está teniendo la política de hoy es que no hay conexión entre ella y la cultura. A la mayor parte de los políticos se les nota muy pragmáticos, no tienen un fondo humanístico desde el cual actuar.

Su teatro siempre parte de él, y de cierta espiritualidad

Sí, llevas razón. Pero más que de fe, tienen algo de búsqueda de un orden distinto al convencional, de una dimensión trascendente, más relacionada con la filosofía que con la religión.

En su anterior obra, esa búsqueda la realizó a través del yoga, una disciplina que practica. ¿Medita antes de actuar?

Sí. Si no antes, después, porque es una práctica habitual en mi vida. Además el teatro es una ceremonia maravillosa, y me gusta ese aspecto ritual.

¿Qué significó para usted descubrirlo?

Significó un camino para la autocuración mental.

¿Tenía que curarse?

Sí, de ansiedad, de inadaptación a un medio social que consideraba opresivo cuando era joven, y de una rebeldía innata frente a cosas que no comprendía, pero que tenía que asumir. El teatro significó poder romper con todo eso, porque en el escenario se produce un momento de libertad donde puedes acabar con todas esas presiones. De ahí que yo diga a veces cosas en escena que no diría fuera. En ocasiones acude algún político y le doy una caña impresionante, y luego viene al camerino y me da vergüenza, casi me dan ganas de decirle: "Perdone, yo no soy tan radical" [risas].

Pero sí se ha ganado la fama de ser muy crítico...

Pues no sabía yo eso, porque no soy una persona que esté en ningún movimiento contestatario ni que milite en ningún partido político. Yo soy muy independiente, y actúo de una forma muy espontánea respecto a estos temas, guiándome siempre por la intuición y el corazón. Creo que puedes mofarte de la dimensión pública de una persona, pero que siempre debe haber una intención de respeto. La libertad de expresión tiene un límite, que es el honor de los demás, y esto hay gente que lo confunde.

¿Significa eso que no se identifica con los cómicos de hoy?

Sí, no me identifico para nada con los cómicos de hoy. La mayor parte de ellos no me parecen buenos. Hay demasiado infantilismo y falta de consideración. Cuando hay talento, no es necesario vejar a nadie, si no tú mismo te rebajas. Yo digo cosas muy fuertes en mis obras, pero son sobre la condición humana.

En ellas suele ser director, autor y también único intérprete, ¿por qué ha escogido la soledad sobre el escenario?

La soledad es una herramienta a través de la cual puedo hacer el tipo de teatro que me gusta. Con una compañía no puedes improvisar, ni hacer lo que he hecho en el escenario a lo largo de los años, que es mi estilo propio. Nadie en este país hace teatro como yo. Y eso te puede gustar o no. Hay mucha gente del mundillo teatral que siente una aversión total hacia lo que yo hago.

¿Por qué?

Pues eso no lo sé. Quizá es porque hago algo que nadie hace con el teatro, y lo hago con éxito. Me invento el teatro, rompo el teatro... Lo hago con la habilidad que he tenido que desarrollar para sobrevivir, que es satisfacer la necesidad del espectador de divertirse. Se genera algo muy fuerte entre el público y yo, y eso hay gente que no lo soporta. Yo he lidiado con esto a lo largo de mi carrera, pero los críticos ya no me importan tanto como cuando empezaba.