Tras separarse de Amaia Salazar con Todo esto te daré, la obra con la que ganaba el Premio Planeta, Dolores Redondo (San Sebastián, 1969) regresa junto a la investigadora para narrar su pasado en La cara norte del corazón. La precuela, que presentará esta tarde en la Fundación Seoane (20.00 h) dentro del ciclo Somos lo que leemos, sumerge a la subinspectora en el desastre del Katrina y en los crímenes de El Compositor, un hombre que aprovecha las catástrofes para realizar sus asesinatos rituales.

¿Tenía que regresar al Baztán?

Sí. Tenía esa deuda pendiente con los lectores. Se lo prometí cuando les pedí casi permiso para publicar Todo esto te daré. Entonces les dije que volvería y, de todas maneras, tenía unas ganas inmensas de contar esta historia.

Su trilogía partía de terreno conocido, pero ahora cruza el charco, ¿ha asumido más riesgos con esta precuela?

Sin duda he asumido más riesgos. Pero después de una trilogía que ha abierto camino para que muchos autores estén escribiendo novelas en las que aparece mitología, no puedo imitarme a mí misma. Tampoco a los lectores les ha sorprendido. He ido dejando miguitas para conducirles a este libro en todos los anteriores.

¿Por qué escogió el Katrina

No es tanto el Katrina como lo que ocurrió luego. Cuatro días después, la ayuda no había llegado a Nueva Orleáns, en la que quedaba una parte de la población de la que la administración Bush, según demostró, podía prescindir. Pobres, ancianos, enfermos y negros. Se dio un caso bestial de racismo y abandono. Es llamativo que, en un país del primer mundo, estuviesen abandonados días y días, y que solo hicieran algo porque el mundo estaba mirando.

En su relato, la miseria se alimenta de miseria...

Es que en medio del caos se produce más caos. Y en esta ciudad ocurrieron cosas terribles. Durante el Katrina se cometieron muchos asesinatos, violaciones y peleas. Pero los míos son de ficción.

Menos su asesino, John List. Él es real como sus tornados

Sí, está inspirado en un perfil real de comportamiento.

Lo que más perturba es su normalidad. ¿Tememos parecernos a los monstruos?

Creo que sí. De hecho, hay un capítulo que titulo: "Un hombre normal", porque es lo que dice la gente cuando su vecino es un asesino. El verdadero estuvo 18 años huido de la justicia, fue un tipo tan corriente que pasó desapercibido. Y no olvidemos que el mío es un asesino que mata creyendo que su fe le legitima. Eso es una realidad también. Millones de personas viven en torno a su fe, y algunas están dispuestas a matar por ella.

¿Teme a los fanatismos?

Por supuesto. Los fanatismos asustan muchísimo. Que alguien esté dispuesto a inmolarse por lo que cree... Y, sobre todo, que alguien pueda llegar a pensar que existe un Dios que se sienta satisfecho con eso... Es espantoso.

Me hablaba antes de las creencias, algo muy presente en sus novelas. ¿Dolores Redondo tiene supersticiones?

[Risas]. Digamos que alguna. Creo que es la parte que debe quedar secreta en la vida del autor para poder seguir contando estas cosas.

¿Para seguir contando el miedo?

Sí. Pero en este caso va más allá. Porque Amaia aprende a empoderarse en ese miedo, aprende a utilizarlo casi como un arma.

La enfrenta en el libro a los traumas de niñez. ¿Es en la infancia donde nacen nuestros fantasmas?

No en todos los casos, pero la infancia es siempre nuestra patria. Para mí lo es, desde mi amor por la lectura, que nació entonces, hasta la fantasía, que también viene de todos los cuentos que me contaba mi familia. Los arraigos, las cosas que terminan por gustarte... Casi todo procede de la infancia.

¿Cuál ha sido la cara norte de su vida desde entonces?

¿La cara norte? El concepto es absolutamente poético. Para mí el símil más interesante es el de la montaña. La cara norte de los montes es la más difícil, pero también la que más nos gusta escalar porque hay un reto en subir. Yo me reconozco como una exploradora de esa cara norte, me encanta acceder por ahí cuando escribo.

¿Ayuda ese "carácter montañés" que le atribuye su subinspectora?

No, me temo que yo soy una mezcla entre urbanita por haber nacido en San Sebastián y rural por vivir en un pueblo... [ríe]. Soy una persona muy abierta, agradezco mucho cuando llega el momento de llevar el libro al lector.

Dice que la novela negra se le queda pequeña...

Yo no dije eso, eso lo dijo alguien muy malvado manoseando un título. Lo que yo he dicho es que mis novelas no son novela negra, son novela mestiza. Mezclan aspectos que no son habituales, como la mitología, que fue la razón por la que durante mucho tiempo rechazaron publicar mis novelas.

¿Pensó en cambiarlas?

No. Yo soy una mujer muy luchadora, y siempre he sentido que no tenía nada fácil en la vida y que para casi todas las cosas tenía que intentarlo dos o tres veces. Así que ni se me había pasado por la cabeza la posibilidad de rendirme. Estaba muy segura de la historia que había contado. Por eso pensé: "Voy a seguir intentándolo". Y menos mal que lo hice.

¿Encuentra algo diferente en la escritura, ahora que ya no es su segunda ocupación?

Sigue siendo igual de mágica. Tiene la capacidad de distraerme del mundo. Sigo disfrutando, sufriendo, viviendo las aventuras que están ocurriendo...

¿Cuántas corazonadas sigue para idear cada una?

Muchísimas. Creo que todas esas intuiciones que tenemos responden a información que está a nuestro alrededor, solamente que la sociedad de confort ha hecho que esos instintos se hayan ido entumeciendo. Pero, de vez en cuando, todavía aparece una de esas señales. Cuando yo tengo una intuición, sigo haciéndole caso.