En la garganta de Laura LaMontagne se esconde un laberinto de sonidos. Una enredadera de géneros, que fusiona con desvergüenza las cantigas de Martín Códax con los acentos flamencos, la poesía de Pessoa o los loops de la música de vanguardia. Su mano derecha es PicoAmperio, el dj responsable del peso más electrónico del conjunto, con el que se topaba en un puente que ha logrado unir la mesa de mezclas con lo más tradicional. El dúo, que comenzaba a caminar el pasado mes de mayo, estará este viernes en el BâBâ Bar (22.00 horas) con su directo, con el que demuestran que el folclore como pasado no es más que una decisión propia.

Ropa holgada, estética electrónica... Y, de repente, se lanza a cantar Ondas do Mar de Vigo

[Risas] La estética va acorde a cómo somos, a las frikadas que nos gustan. Las canciones son un poco el interior. En mi caso, Ondas do Mar de Vigo es una canción que conocía desde el instituto y que siempre estuvo ahí. Es como el momento íntimo del concierto, queríamos crear ese hueco también sobre el escenario.

Parece que su filosofía en él pasa por dar carpetazo a las fronteras entre géneros

Puede ser. Yo a veces no entendía muy bien esas fronteras musicales. Cuando te quitas todas esas nomenclaturas, te da bastante pie a investigar. Pero lo nuestro no fue algo intencionado. Las cantigas las empecé a estructurar con una base parecida a la del hip hop porque tenía una loopeadora. Y a Pedro [PicoAmperio] le contacté un poco de casualidad, porque era técnico de luces y lo necesitaba para un concierto.

Habla de este mismo año. ¿Cómo avanza hoy su proyecto?

Muy bien. Estuvimos en Barcelona a finales de septiembre, dimos tres conciertos, y la gente estaba encantada. Es sorprendente, porque al final estás cantando en galego-portugués medieval, pero es algo que se acoge con cariño. La gente baila a Martín Códax.

¿Hay que crear nuevas puertas de acceso a la tradición?

Yo creo que sí. Y una de ellas es la electrónica, lo estamos viendo con bastantes proyectos.

¿Por qué ese estilo?

Porque da muchísima libertad a que esa música folclórica entre por el cuerpo, que es de donde salió. La gente trabajaba cantando esas canciones, se hacían piques entre ellos... Eso es muy del cuerpo, y supongo que, con la electrónica, se vuelve al origen.

¿Lo tradicional ya no es intocable, entonces?

No sé qué pensará alguien especializado en folclore, pero creo que se está superando. La gente ya está muy abierta a escuchar una canción de Joselito con scratches.

Usted no partió de tan cerca. Se fue directa al folclore latinoamericano

Sí. Empecé bebiendo de músicas de fuera. Supongo que por Silvio Rodríguez. Lo escuchaba porque mi madre lo ponía mucho en casa cuando era pequeña. Luego llegué a Mercedes Sosa o Atahualpa Yupanqui...

Alguien tan joven como usted, escuchando a Atahualpa Yupanqui... La imagino un poco incomprendida.

[Ríe] ¡Poco integrada en el momento! Pero yo me lo pasaba bien.

De Martín Códax tiene un par de canciones, ¿es una de sus debilidades?

Sí. De hecho, de Códax tengo Ondas do Mar de Vigo y Banharemonos nas Ondas, que sale de dos cantigas. El objetivo es acabar todo ese ciclo y hacer las siete que escribió. Ese es el tema que tenemos que hablar. Qué hacer ahora, el disco...

¿Lo ven cerca?

No lo sé. Tenemos que asentar todo lo que está pasando, porque fue un torbellino. Estamos barajando la idea de investigar esas cantigas, y otras que tengo yo. Supongo que este invierno nos dará para reposar todo, y a lo mejor en primavera podemos sacar algo.