Después de vagar los últimos años con su guitarra como única compañía, Xoel López se ha cansado de estar solo. Es por eso por lo que ha reclutado a David Quinzán, que le acompañará en el que será su próximo álbum. El músico coruñés ya se ha arremangado para el disco, que trabaja en coautoría como una nueva etapa. Este 9 de noviembre, en Pelícano, dará carpetazo a los viejos tiempos con el fin de gira de su anterior obra, Sueños y pan, que despedirá a partir de las 22.00 horas.

¿De qué se despide con este disco?

Yo creo que termina una primera parte de lo que fue mi carrera posDeluxe. Todo lo que empapó el viaje americano y que todavía estaba muy bañado de mis años viviendo en América Latina, de ese Xoel más trotamundos. Ahora me pilla en otra fase, ya más asentado. A nivel personal, sí que siento una etapa nueva, y creo que se va a reflejar en lo que venga.

Una de las canciones que más ha triunfado en la que cierra ahora ha sido Lodo

Absolutamente. A cambios en la vida, desilusiones y fracasos a muchos niveles. Yo creo que casi siempre tiendo a ser un poco autobiográfico, incluso a mi pesar o aun sin saberlo. A veces mis propias letras me revelan cosas que puedo tener sumergidas. Y creo que Lodo contaba mucho más de mí de lo que yo pensaba.

¿En qué sentido?

Hay una pequeña historia que yo asocio a algo personal. Es un tema que metí en el disco con dudas, y resulta que luego es la que más ha gustado. Imagino que estaba esquivando esa realidad de la que hablaba la canción y que no quería ver. A veces uno escapa de sus propios sentimientos sin darse cuenta.

¿No ha pensado en abrirse más a lo de fuera y no quedarse tanto en lo de dentro?

Me lo he planteado por momentos, pero es verdad que tiendo a pensar que mi emoción acaba siendo algo muy global. Entender el mundo de esa manera es algo que falta. Sobre un conflicto social hay información o desinformación, pero los sentimientos de la gente siempre quedan de lado. Creo que mi labor es la de hablar de los sentimientos más profundos que a veces no tienen cabida en el día a día.

En su anterior disco, confesaba que ese trabajo le provocaba desvelos. ¿Le está dejando muchas ojeras su próximo álbum?

(Risas) ¡Por suerte he ido mejorando el sueño! Pero te diré que sí estoy trabajando duro. También creo que voy con los deberes hechos. Primero, porque me estoy dejando asesorar. A lo largo de mi carrera he ido aprendiendo a confiar en la gente, porque yo siempre fui muy Juan Palomo, pero cada vez menos. Por ejemplo, ahora estoy trabajando con David Quinzán [músico], que me está echando una mano en las canciones para que salgan cosas distintas.

¿Cómo se le ha dado ceder en un terreno tan íntimo como las letras?

A lo mejor desde fuera parece difícil, pero más o menos todos los que componemos nos entendemos en ese terreno. Yo con David me siento especialmente cómodo, porque somos muy amigos y conoce muy bien mi repertorio. Él me ayuda en un porcentaje, pero siempre pensando en que es para mi proyecto, no un disco a pachas.

Hasta su llegada, ¿la música se estaba convirtiendo en un viaje demasiado solitario?

Sí. Date cuenta de que vengo de muchos viajes. La parte negativa de aquello era el sentimiento de soledad, de no tener a un colega con quien compartir esas cosas. Ahora tengo una banda muy consolidada, que es algo que hacía años que no tenía. Desde el final de Deluxe, yo creo que no volví a sentir que tenía un grupo decente y que éramos un equipo. Para crear eso hay que permanecer en un lugar y sembrar.

¿Qué aprende ahora de la música de otros, con tanta compañía?

Otra forma de hacer las cosas, a nivel de letras y de producción. Aprendo de coger una canción y tener que diseccionarla para cantarla, para entenderla...

Acaba de hacerlo en La mujer que yo quiero, su versión para el recopilatorio de Serrat. ¿Usted también es un hijo del La mujer que yo quieroMediterráneo

Sí. Yo me crié con Serrat, con Paco Ibáñez, con Sabina... Soy el típico hijo de progres, no soy una excepción en ese sentido. Pero también crecí escuchando música muy variada y creo que se nota en mi propia música.

Serrat pasará a la historia con ese punto de cantautor canalla. ¿Qué traje le quedará a usted?

Yo espero que me recuerden como un compositor curioso y sincero. Si puede ser bello, en el sentido de que mi música lo es, mejor aún. Pero eso es algo tan subjetivo... Es una buena pregunta que no sé si sabría responder.

Es que sería difícil definirle. Da la sensación de que siempre está matando a sus versiones.

Un poco sí. Hay algo ahí mutante. A mí me interesa esa cosa de reinventarme, es un modo de jugar y de sentirte vivo. Mi fórmula tiene que ver con los cambios, y eso no es lo más inteligente a nivel comercial. Los cambios generan trasvases de público, a gente que le gustaba lo de antes no le gusta lo de ahora, y viceversa.

¿Va haciendo equilibrios?

Pierdo en estabilidad, pero gano en diversión. Mi afán tampoco es el de llegar a ser alguien muy conocido, así que estoy muy cómodo en donde estoy, la verdad.

Todos esos cambios, ¿cuánto han tenido de huida hacia delante?

(Duda) No lo sé, no estoy seguro... (Silencio) Yo creo que no hay una huida, sino una inmensa curiosidad. Ganas de seguir aprendiendo y de seguir conociendo el mundo. Pero no sé si es una huida de algo, no lo sé.