Aunque la Rapsodia española, de Ravel, y la escena de amor de Romeo y Julieta, de Berlioz, son obras de repertorio, las orquestas sinfónicas no las programan con demasiada frecuencia; pero lo que, desde luego, parece sin duda música inusitada es tanto el concierto para dos fagotes, de un compositor finés contemporáneo (por añadidura, obra de encargo y además estreno en España), como la partitura de Holst, músico que sigue siendo „y es incomprensible„, un perfecto desconocido para el gran público (y para los programadores de los conciertos), con excepción de Los planetas y, acaso, de la Suite Saint Paul. Pero lo que resulta absolutamente inhabitual es el arreglo de la partitura de Earle Hagen Harlem Nocturne, que se ofreció como bis, interpretada por cinco fagotes y dos contrafagotes, como fue el caso. Originalidad, desde luego. Y también virtuosismo de los siete instrumentistas, entre los que se contaban nuestros músicos de la Sinfónica, Harriswangler (fagot principal) y Salgueiro (contrafagot); ambos hicieron horas extraordinarias en este concierto. La obra del compositor finés dura prácticamente media hora, lo cual resulta un poco excesivo; de los tres movimientos de que consta, el último es el más breve, más luminoso y más animado. El compositor, presente en la sala, saludó desde el palco escénico a un público que lo acogió cortésmente, con muy cálidos aplausos. Me había complacido mucho el director inglés Rumon Gamba, dirigiendo a su compatriota Holst. En mi opinión, fue el mejor momento del concierto. Porque, sin resultar malas las demás versiones, faltó poética en la escena de amor, de Romeo y Julieta, y refinamiento en la rapsodia, de Ravel.