Perfectos desconocidos es su primer contacto con el teatro, pero Elena Ballesteros (Madrid, 1981) ya se confiesa enamorada del tête à tête con la platea. La actriz, que muchos aún recuerdan como la hija de José Coronado en Periodistas, se ha metido en la piel de Violeta en la adaptación escénica del filme de Paolo Genovese, un peligroso juego en el que cuatro parejas deciden compartir durante la cena todo lo que llegue a sus teléfonos móviles. La representación será mañana en el Colón, a las 20.30 horas.

Lleva actuando desde los 90, pero nunca la habíamos visto sobre las tablas.

En realidad, ha sido porque me daba miedo a lo que me iba a enfrentar. Pero creo que ya se han alineado los astros para que me atreviese. Daniel Guzmán, que es una maravilla de director, y el reparto, han sido el detonante para que me lanzase.

En teatro no se repiten planos, ¿ha echado en falta esa red de seguridad?

Sin duda. En muchos momentos pasan cosas que tienes que reconducir para seguir contando la historia. Alicia Borrachero, por ejemplo, en una función se cortó el dedo, pasa de todo. Se cae una botella, suena un móvil...

El teléfono precisamente es el protagonista de la obra. ¿Qué se descubriría de Elena Ballesteros si se mirase el suyo?

Muchísimo (risas). El móvil tiene toda nuestra vida dentro. Nuestros datos, correos, trabajo... Todos tenemos secretos, y hay secretos que son necesarios.

¿También en una relación?

Sí, cuando no son de tu incumbencia a mí me resulta complicado compartirlos. De hecho, soy bastante buena guardando secretos. Me ha tocado guardar muchos, y a veces ya digo: "Si lo que vas a decirme me va a crear un compromiso, no me lo cuentes".

Su personaje, Violeta, no tiene ninguno. Es ingenua.

Sí, es muy honesta, no tiene dobleces...

¿Eso es peligroso o necesario en un mundo como el actual?

En el mundo hay mucho colmillo retorcido, e ir a pecho descubierto... A mí me ha creado muchos problemas ir con la verdad por delante. En alguna ocasión hay que protegerse un poco.

Habla como si ya no conservara la inocencia.

Me estoy reconciliando con ella. Durante mucho tiempo, la asociaba a una falta de inteligencia, pero cuando te vas haciendo mayor te das cuenta de que la inocencia es una maravilla, un lujo.

¿Cuánta ha perdido desde aquella Isabel de Periodistas que veíamos hace más de 20 años?

¡Uy! Desde aquella época... Ya no soy tan inocente. Yo siempre he sido muy confiada, y me he llevado bastantes palos en temas de contratos. De no firmar algo y que luego te digan: "Ay, pues no recuerdo que me dijeses...". Pero he aprendido, aunque me da pena, porque me gustaría que la gente tuviese palabra.

Comenzó como una actriz autodidacta, ¿hoy sigue sirviéndose de la intuición?

Sí, pero tienes que dudar un poco de ella, porque muchas veces es tu mente diciendo: "Por aquí, que es más seguro". A veces nos ponemos trampas por inseguridades. Pero yo soy una persona muy luchadora, constante. También soy bastante castrante conmigo, pero tengo fe en mis posibilidades.