Con casi 60 años consagrado al escenario, y un sinfín de éxitos musicales, no es difícil comprender la seguridad que tiene en sí mismo. Raphael (Linares, 1943), icono del pop y la balada, sabe bien cuál es su lugar en el mundo. El artista puede encontrar su hueco en todas partes, tanto con los grupos indies del Sonorama como al lado de una orquesta sinfónica. La formación es precisamente la protagonista de su último trabajo, Resinphónico, un recopilatorio a medio camino entre la clásica y la electrónica con el que conquistará esta noche el Coliseum a partir de las 20.30 horas.

Siempre se está reinventando.

Sí, claro. Pero esa es mi obligación. Para que mi público siempre vea algo nuevo e interesante. La fusión de la música sinfónica con la electrónica ha sido maravillosa. Los conciertos son una locura, y el público lo ha acogido con un entusiasmo muy grande.

Sigue con las chupas de cuero de su juventud. ¿Modernizarse por dentro es tan fácil como modernizarse por fuera?

Modernizarse por dentro hay que llevarlo. No es ir a un sastre a que te ponga un disfraz. Yo siempre he sido un chico moderno, muy avanzado para mi época.

Ahora que lleva más de medio siglo en el escenario, ¿sigue entonando con convicción aquello de "¡Qué sabe nadie!", o ya le han desnudado del todo?

Muy convencido. ¡Qué sabe nadie de nadie, no de mí!

Pero usted está mucho más expuesto...

No, estoy igual de expuesto que tú o que todo el mundo. No vayas por ahí que vas mal. Yo estoy en mi sitio, donde tengo que estar. Y se me juzga por mis interpretaciones en el escenario.

¿Nunca echó de menos una vida convencional?

¿Qué es una vida convencional para ti? Una vida convencional para mí es la que yo llevo. Soy un trabajador que trabaja más horas que nadie...

Eso nadie lo pone en duda.

...Pero que tiene la suerte de trabajar en aquello que le gusta, que le apasiona.

Los días que canta no habla. Habrá pasado mucho tiempo en silencio.

Sí, cuando canto, que es casi a diario, procuro desde las 12.00 horas que mi voz esté en descanso. Intento no hablar, no concedo entrevistas, para que, cuando suelte la primera nota en el concierto, la gente la escuche limpia y bien.

En el escenario siempre ha estado arropado. ¿Lo ha seguido estando cuando se ha bajado de él?

Siempre, siempre. Y lo estoy, quizá ahora más que nunca. Hago más conciertos que nunca.

¿Cuál ha sido el mayor éxito de su carrera?

El mayor éxito de mi carrera ha sido mi carrera en sí, del principio hasta los tiempos que corren. Porque he tenido muchísimas canciones de éxito, no una. Pero eso no es triunfar. El éxito es conservar tu carrera igual que cuando explotó y mantenerla hasta el final. Tener un éxito es relativamente fácil. Un golpe de suerte, un programa de televisión que tenga mucha audiencia ese día, un disco que pegue... Ahora, mantener eso durante casi 60 años es muy complicado.

Usted permaneció cuando otros artistas desaparecieron. ¿Le inquietó cuando los de su quinta comenzaron a flaquear?

No, porque yo jamás me fijo en lo que hacen los demás. Yo tengo una fuerza de voluntad muy grande, y no sé si los demás la tienen o no, si les gusta tanto como a mí su carrera para sacrificarse.

¿Ha sacrificado mucho por la música?

Mucho, sí. Pero no me arrepiento para nada, porque lo que más me gusta a mí en la vida es cantar, y llegar a mi edad y cantar con la voz que canto.

¿Ha tenido plazas difíciles?

No ha habido. Yo sé que es más vendible que te diga que lo pasé mal, pero no ha habido. Ha habido quizá un: "¿Tú crees que aquí encajarías?". Y siempre he encajado.

Dicen que es muy impulsivo, que se lanza a las cosas en el momento.

No, cuando se me ocurren las sopeso. Antes de lanzarme a hacer una gira lo primero que tengo que saber es si estoy en condiciones, porque lo que no puedo es embarcar a la gente a que se gaste el dinero en armar un espectáculo si yo estoy mal. Soy muy precavido en eso.

Regrabar su Yo soy aquel se lo ha pensado mucho. ¿Por qué tanta reticencia?

Como Yo soy aquel fue el bombazo del principio, siempre la he tenido en consideración especial. Por eso no quería repetirla, es una manía como otra cualquiera. Pero esta vez estaba tan seguro de que iba a quedar un bombazo, que me lancé.

La cantaba allá por los años 60, ¿Madrid fue fácil de conquistar?

Facilísimo. Es que a mí no me ha sido difícil nada.

Así da gusto, ¿no?

Da gusto, pero hay que tener cualidades para ello. Yo tuve una gira mala al principio, que la llamé La gira del hambre, cuando tenía 14 años. Porque la gente no me conocía. Pero, desde el momento en el que lo hizo, no he tenido una gira mala. No te voy a vender la pescadilla de lo mal que lo he pasado.

Yo no quiero que me venda nada.

Pero yo te digo que no de verdad.

¿Dónde ponía la meta cuando era joven?

Yo no me he puesto ninguna meta, ni aún hoy. Yo no tengo metas.

Es que hoy ya tiene muchas conseguidas.

Sí, gracias a Dios. Pero yo no me pongo una meta, de: "Voy a llegar hasta aquí". No, hasta donde me dejen. Yo lo que hago es hacer lo que me gusta y, mira por donde, al público le gusta también. Eso es lo bueno.