A Víctor García le pasa un poco como a los superhéroes. Por el día tiene un trabajo normal, un aspecto corriente. Alguna conversación anodina con marineros o viajantes, que suben a un taxi con el que cruza kilómetros de vuelta a casa. A veces, los trayectos se desarrollan en una nube de música electrónica, "gustos del conductor", pensarán los pasajeros. Ninguno, mientra se apoltrona en los asientos de aquel vehículo, imagina que en la mente de García giran en realidad los engranajes, y que está creando una banda sonora, o el código de su último videojuego.

"Mi mujer se encarga de los viajes por el pueblo, y yo de los largos. A mí me gusta sobre todo conducir de noche. Escucho música, y pienso en formas de darles otro enfoque", cuenta el intérprete, que en cabina cambia de identidad. Cuando coge su sintetizador„ un amasijo de cables de colores al que es capaz de arrancar sonidos„ ya no es más Víctor García el taxista. Ante las clavijas se convierte en Death Whistle, un proyecto que nació hace dos años en el Fanzine Fest, al que regresa este jueves como apertura de su V edición.

Fue Roi Grobas, uno de los directores del festival, el que animó al viveirense a crear un proyecto personal con su música. Las del artista son melodías "mentales", a medio camino entre lo "ambiental y el ruidismo", que define como "una expresión de su carácter". Todas las pistas que compartirá en el ciclo serán inéditas, y en un entorno singular. El Planetario (jueves 5 a las 21.00 h) ha sido el lugar escogido para el primer directo, que lograba agotar entradas en un par de días.

Dice el creador que "poder usar espacios que no están orientados a algo tan libre" como la electrónica "ha suscitado curiosidad", pero que el género "tiene un valor cultural que la gente no está acostumbrada a ver". La de este jueves se alejará de los estigmas del club con un espectáculo pensado "para ver sentado", en el que se proyectarán visuales con referencias al universo. El cine, otra de las grandes influencias de García, también estará presente. El filme experimental de Roy Andersson, Canciones del segundo piso, ha sido el último que, confiesa, le ha "marcado", aunque pesen más, sobre cualquier otro, los títulos que firma con el ilustrador Alberto Vázquez.

El dibujante y el músico se conocen desde la adolescencia, cuando se encontraban en Viveiro. "Tocábamos juntos en un grupo, Mano de Obra. Somos como familia", apunta García. Hacer la banda sonora para piezas como Sangre de unicornio, Psiconautas y Decorado„ todas ganadoras de un Goya„ fue un proceso natural. La fusión de sus talentos daba lugar hace poco a un nuevo proyecto, Microbian, un videojuego para móviles que lleva "más de 400.000 descargas".

"Fue un poco locura, y parecía que no iba a salir, pero decidimos hacerlo", explica García, que aprendió a programar desde cero. Pasar tantas horas delante del ordenador para su música le despertó la curiosidad y le lanzó a su app multiplataforma. El éxito llamó la atención de una empresa estadounidense, pero él desechó la oferta sin apenas meditarla. "Me llegó un correo y en dos horas ya estaba finiquitado. Picar código como un autómata no me interesa", zanja.

El autor aprecia por encima de todo la "independencia" de su taxi, su "trabajo alimenticio". Vivir del arte, dice, "es muy difícil", y exige "tragar mucho", algo que no está dispuesto a hacer. El viveirense no se ve sosteniendo toda su vida sobre Death Whistle, o sobre comandos. "Para mí es más como un ejercicio mental. Igual que hay gente a la que le encanta el running, a mí me encanta correr con la mente", dice. Y arranca.