Magia, filosofía, mitos clásicos y crítica social se dan la mano en El sueño del elefante, la nueva novela de Antonio Arias. El escritor, natural de A Coruña, bucea entre las aguas de la realidad y la ficción para sumergirse en los misterios de la mente del artista, y reflexionar sobre el proceso creativo y su modo de ver el mundo.

Del ensayo a la novela negra y ahora a una de perfil más filosófico, ¿está tanteando sus límites como escritor?

Sí. Una cosa que yo no hago es cortarme. A la hora de crear soy independiente. Me gustan mucho las aventuras que tengan algo que ver con temas imaginativos y surrealistas. Mi cerebro está trabajando todo el tiempo y cuando las ideas vienen, vienen.

En esta obra muchas las tendría de serie. Se trata de una falsa autobiografía.

Sí, mi estilo va muy por ahí, de meter vivencias para dar forma al personaje de un modo más veraz.

¿Se cuelan sus verdades?

Mi forma de pensar, más que hechos. Si me limitara a la realidad, no tendrían tanto color, y a mí me gusta que tengan magia.

Sin embargo, su ciudad imaginada, Utopía, suena mucho a A Coruña...

Sí, porque el protagonista vive ahí. Las historias suceden en Ferrol, A Coruña... Hablan del norte. Es una forma de hacer crítica a la gente de aquí.

¿Crítica por qué?

Porque yo creo que la autocrítica es muy necesaria siempre. Tenemos una obligación moral de ser flexibles y pensar una y otra vez hacia dónde vamos, por qué somos así y si lo estamos haciendo mejor o peor...

¿Y usted qué deduce?

Yo trabajo en lo social, y creo que hay una sensibilidad mayor cada vez. Pero en la batalla entre mejor y peor siempre hay que seguir luchando para avanzar. Por eso desde que empecé a escribir, hice relatos de crítica social.

¿En qué lugar se descubrió como escritor?

Fue en el instituto Urbano Lugrís. Tuve una profesora que me despertó esa inquietud, porque de niño no tiraba por las letras para nada. Ahora escribir lo veo como algo necesario. Hay que volver a contar las cosas siempre aunque sean las mismas, porque cada generación tiene a su gente para contarlas y su forma de decirlas.

Y su forma de leerlas...

Sí, cada vez parece ser que se lee menos, que tendemos a consumir relatos más cortos e instantáneos por la rapidez con la que vivimos. Por eso yo hablo de pararnos, porque parece que ahora no existe el cielo, que todo está en las pantallas.

"Cuando pienso en todo lo escrito, caigo en la cuenta de que hago falta", dice.

Sí. Hago falta en el contexto de que alguien tiene que hacerlo, escribirlo todo otra vez. Pero todos hacemos falta, todo el mundo tiene su sitio.

¿Y usted? ¿Ha encontrado el suyo?

(Ríe) ¿Quién lo ha hecho? Por lo pronto lo tengo físicamente. Pero mi sitio... A mí me gusta evolucionar, así que estoy abierto a seguir buscándolo.