Escribe Ismael Serrano que no se le da bien el olvido, y que la insurgencia no va a organizarse sola. Por eso sigue cogiendo su guitarra, para agarrarse a su mástil cada vez que naufraga el mundo. De padre poeta y madre abogada, no es raro que el madrileño saliese mago de la canción protesta. Poco después de Hoy es siempre, la gira por sus 20 años de carrera, el cantautor se sube este sábado al Colón (20.30 horas) para tocar en acústico Todavía, un disco con un tema inédito y varias de las canciones relegadas de su repertorio.

¿Tenía olvidadas estas canciones?

Sí. Son canciones que no sabes bien por qué dejan de aparecer, pero que siguen siendo importantes y un día decides recuperarlas. Eso es lo que hicimos en Todavía. En este recital cantamos esos temas y otros, porque se trata de hacer un repaso por mi discografía.

Crucé un océano parece el relato de la génesis del álbum.Crucé un océano

Un poco sí. Sobre todo, porque habla de esa parte de viajar que tiene otra cara, que es la de estar lejos de tu familia. A veces uno escribe canciones para acortar las distancias, precisamente. La música sigue teniendo ese efecto terapéutico en mí. Sigue ayudándome a sobrellevar mis miedos e inseguridades, y emocionándome cuando subo a un escenario, porque no he perdido esos nervios.

Tampoco su espíritu de lucha. Canta en el disco que no sabe retirarse "a tiempo". ¿En qué debería haberse rendido?

Yo creo que en nada, porque la única lucha que se pierde es la que se abandona. Así que supongo que la música te ayuda a no rendirte, porque te ayuda a entender que no estás solo en tu mirada crítica hacia la realidad...

La de hoy parece cada vez agrietada. ¿Se han agrandado las brechas?

No es que se hayan agrandado, es que hay sectores de la sociedad que han perdido sus complejos. Se hace más notorio que hay gente contraria a preservar la memoria y a homenajear a los que lucharon contra la dictadura. Antes la condena al franquismo era algo casi consensuado, y ahora hay quien reivindica posturas de intolerancia que creíamos desterradas.

¿Qué ha provocado esa aceptación del extremismo?

(Piensa) Esa es la gran pregunta. Yo creo que se debe al desamparo que sienten muchos ciudadanos ante un modelo económico y social que parece desatender sus necesidades. La ultraderecha ve en esta situación una oportunidad, y por eso se hace más visible.

En torno al nuevo gobierno de izquierdas también circula mucho catastrofismo...

Hay catastrofismo entre quienes no lo han votado (ríe). Pero suele ser así. Hay ciertos sectores de la derecha que poseen un sentido patrimonial del poder. Cuando no lo tienen ellos, es el desastre.

Con el pacto entre PSOE y Podemos, ¿se ha reconciliado finalmente la izquierda?

(Silencio) Habrá que verlo. Yo creo que, de momento, lo que se le da es el beneficio de la duda. Lo que la crisis ha revelado es un cierto déficit democrático, en el sentido de que han rescatado a los bancos, pero a las personas se las deja a la intemperie. Esta es una oportunidad histórica para dar respuesta a esa gente.

Con la proclamación de la coalición, escribió que el 15-M había llegado al gobierno. ¿Ve reflejada la lucha de su generación en las nuevas?

Son jóvenes las que están liderando el feminismo, los concienciados con el cambio climático, y los que se incorporaron a un debate político del que rehuían. Así que sí, creo que las nuevas generaciones tratan de asumir el protagonismo que les corresponde.

¿Lo hizo la suya?

Yo creo que mi generación no ha sido capaz de construir un relato propio. Nos hemos sumado al de las generaciones venideras, que tiene que ver con la irrupción de nuevas formaciones políticas y la crisis de las instituciones que pilotaron la Transición. Ojalá no sea solo un relato de resistencia, de decir: "Conseguimos no retroceder aún más en derechos y libertades", sino uno que hable de cómo conseguimos avanzar en la construcción de un mundo mejor.

Usted siempre ha perseguido esa idea a golpe de canción protesta, un género en horas bajas...

¿Por qué? No hay que confundir lo actual con lo moderno. Además, yo creo que siempre va a haber un espacio para el compromiso político. Uno le canta a lo que le emociona, y ¿cómo no te va a emocionar la visión de un mundo desigual? El problema es que se ha impuesto una estética musical que tiene que ver con la evasión y el escapismo. Pero los cantautores siempre van a tener un público.

¿Por qué se cuestionó el seguir tocando para el suyo?

Me cuestionaba si subía al escenario por voluntad propia o era producto de una inercia en la que me había visto inmerso. Tuve que detenerme por estrés y ver cuáles eran mis prioridades en la vida. Desatendía muchas cosas que merecía la pena atender y vivía en una burbuja de la que necesitaba salir. He tenido noches que han durado muchos días y que me podía haber ahorrado.

Hace poco Twitter se ponía en pie para homenajearle como letrista, ¿esas cosas dan aire en momentos como esos?

Sí, eso te llena de orgullo. Ser uno mismo tiene un precio, que es no gustar a todo el mundo, pero si quieres que el público te sea leal, primero tienes que ser fiel a ti mismo. Creo que yo he tratado de serlo. Y, a veces, esa fidelidad te premia con este tipo de cosas.