Superar los 10.000 asistentes y consolidarse como epicentro de la comedia. Es el objetivo que el Encuentro Mundial de Humorismo (EMHU) se ha marcado para su segunda edición, que se desarrollará del 2 al 10 de mayo en distintas localizaciones de A Coruña. El festival tiene aún más de dos meses de margen, pero ya ha superado las 5.000 entradas vendidas, con artistas como Leo Harlem, David Broncano, Ignatius, Silvia Abril o Pantomima Full en el cartel. Frente a todos ellos, como director artístico, estará Luis Piedrahita, que representará en el Colón el 3 de mayo (12.30 h) su espectáculo familiar Diario de una pulga acompañado de la Orquesta Infantil de la Sinfónica de Galicia.

¿Se consolida como el anfitrión del humor coruñés?

Yo me encargo de decidir qué artistas vienen, de hablar con ellos... Pero en realidad el trabajo lo hacen los productores, que realizan toda la logística enojosa de cuadrar a los humoristas de este año, que son los números uno en España. Tenemos a Deforme semanal, Soy Rada, Humoris Causa o La vida moderna, que es el show de humor que más personas ha logrado convocar en España, con Broncano, Ignatius y Quequé.

El EMHU siempre va de la comicidad vanguardista a la clásica, ¿usted es más de Broncano o de Cunqueiro?

Yo creo que ambos son lo mismo. El EMHU torpedea siempre la semana de las Letras Galegas, porque busca homenajear a los autores gallegos que promovieron un humor de altura. Estoy hablando de Wenceslao Fernández Flórez, de Julio Camba, de Castelao... Todos fueron punteros en su momento, y lo que quiere el EMHU es traer a esos artistas que ahora mismo son vanguardistas, algunos juntos por primera vez en la historia.

¿El humor es uno de los pocos géneros donde hay hermanamiento?

No conozco tan profundamente otras áreas del arte, pero sí el cine, el humor y la magia. Y en todas hay camaradería. La gente con talento está tranquila, porque está segura. El que no tiene talento es el que pone zancadillas y enmierda la situación, pero los seguros de su arte no ven rivales.

¿Cómo de seguro está usted con su Diario de una pulga?

Yo estoy encantado. El Diario de una pulga se diferencia del resto de espectáculos del EMHU en que tiene un perfil más infantil que los demás. Se trata de un cuento sinfónico basado en la obra de Camille Saint-Saëns, que narra las aventuras de una pulga que quiere ir a esquiar a Baqueira Beret. Le dicen que lo tiene que hacer es ir al Congreso de los Diputados, porque tarde o temprano lo más seguro es que acabe allí. Pero el Congreso de los Diputados y el circo son dos sitios prácticamente imposibles de distinguir, y la pulga se equivoca y empieza a vivir aventuras atravesando cada uno de los animales que describe la obra.

¿Será más humor "intelectual" de Luis Piedrahita?

Yo creo que mi humor no es inteligente, las inteligentes son las personas. Lo que yo hago es lo único que sé hacer. Si me prohibieran hacer humor, lo haría escondido.

Inteligente o no, es humor blanco, ¿diría que es la salida fácil o la difícil a día de hoy?

Es la que te sale. Aunque sí que es cierto que este humor del surrealismo no es tan frecuente. Pero para mí hacer el otro es dificilísimo...

¿Lo ha intentado?

Sí, y me queda peor que al resto de la gente. Además, creo que hay dos maneras de estar ante lo que te desencanta. Una es destruyendo lo que no te gusta, y la otra es construyendo lo que sí. Y ambas son legítimas. Ese humor social es imprescindible, pero hay otro más cercano a la poesía y a la imaginación como puede ser el mío.

Dice que la comedia debe hacerse "desde la vulnerabilidad", ¿el que habla en escena es el Piedrahita frágil?

Sí, sí. Y es muy parecido al que está debajo del escenario. Arriba soy una versión un poco más guionizada e iluminada que fuera, pero no hay un personaje que diste mucho de la persona.

Su último monólogo, Mi palabra contra la mía, sugiere que saltarían las alarmas si tirásemos de hemeroteca...

De lo que habla es de las contradicciones que tiene el ser humano, de que nadie está contento con lo que le ha tocado. Sin embargo, seguimos encontrando un motivo para levantarnos cada mañana. De eso habla el show, de si acaso somos felices en un mundo en el que odiamos todo lo que nos rodea.

¿Qué es con lo que usted está descontento?

Con las pequeñas malas noticias de la vida. El paso del tiempo, por ejemplo, que creo que es la más terrible de todas. Ese equilibrio inútil al que tiende todo, ese morirse al final...

Se le ve pesimista...

Pues fíjate, este show es el más optimista que he escrito nunca. Y se habla del amor perdido, de la muerte... Pero ¿qué pasa? Que no paramos de reírnos. Y, cuando uno se ríe, de alguna manera es una especie de terapia liberadora.

Mencionaba antes el paso del tiempo. ¿Envejecerá bien su comedia?

Yo creo que daré mucha lástima, porque ahora revisas cualquier muestra de humor de hace 50 años y es difícil. La comedia envejece raro, es como una ensalada. Cuando está recién hecha es fantástica, pero no aguanta mucho en la nevera.