No acaba de convencer Michael Sanderling en Brahms, a pesar de la importante tradición familiar brahmsiana que viene de su padre, Kurt Sanderling. Ya el año 2012, cuando Michael vino por primera vez a La Coruña, su versión de la Primera Sinfonía de Brahms tuvo luces y sombras. En esta ocasión, abordó una partitura muy difícil ya que la transcripción de Schönberg, aun admitiendo su meritorio carácter de homenaje, tiene aspectos muy discutibles en cuanto a la instrumentación. Así lo había reconocido el inolvidable Jesús López Cobos cuando hizo esta obra con la Sinfónica en Diciembre de 2007, a pesar de su magistral interpretación. La de Pietro Rizzo, en Febrero de 2011, no alcanzó tales niveles de excelencia; pero resultó bastante estimable. La de Sanderling pareció más propia del título shakesperiano que inspiró a Korngold su música incidental: Mucho ruido y pocas nueces; de ella extrajo la preciosa suite con que se inició el concierto. Y si la obra de Brahms resultó ruidosa y con escasa sustancia, la partitura de Korngold fue servida en una lectura minuciosa, detallista y esplendorosa. Justo lo contrario: con muchas nueces y escaso ruido. La Orquesta estuvo espléndida en esta obra; pero se superó al secundar a Asier Polo en el Concierto de Elgar. Nunca lo habíamos escuchado antes así: con un solista que lo paladea, extrae de él toda su delicadeza y enjundia, canta, frasea, matiza, regula la dinámica y la agógica; y ello en aras de transmitir toda la belleza de esta obra que más cautiva cuanto más se escucha. Asier Polo nos obsequió con un bis maravilloso: Alemanda, de la Suite nº 4 para violonchelo solo, BWV 1010, de Bach. Qué orgullo, tener un intérprete español de semejante talla. Y qué orgullo tener en España una orquesta como la Sinfónica de Galicia.