A poco de cumplirse los dos años desde su última visita, Café Quijano regresa a A Coruña con La vida no es la la la, su último trabajo. El disco, que supone el regreso al pop de los hermanos tras más de una década alejados del género, lo compartirán hoy en el Palacio de la Ópera (20.30 horas), donde interpretarán para el público una fusión de sus nuevos ritmos urbanos y los icónicos temas de su trayectoria.

Parece que adviertan de que la vida no es ningún paseo...

Sí. Cuando éramos pequeños y hacíamos algo, nuestros padres siempre nos decían que la vida no es la la la, que no todo es jauja. Y es un poco lo que quiere decir. Pero justo cuando pusimos el título y no había marcha atrás dijimos: "Oye, que estamos en un momento en el que la vida tiene que ser la la la. Hay que vivir todo lo que puedas, porque mañana no sabes qué va a suceder".

¿ Carpe diem?

Exacto. Nosotros vivimos mucho el presente, y la verdad es que, desde que hemos vuelto, lo valoramos más que antes. Somos más conscientes de la dificultad que entrama todo esto, del mundo tan cambiante en el que estamos y de la oferta tan amplia que hay.

Volvieron con boleros, pero ahora regresan al pop, ¿hubo que reconectar con el género tras esos 15 años de distancia?

No. El cambio a esos ritmos más urbanos ha sido muy natural. Tenemos la suerte „y esto lo digo con la boca pequeña„ de que podemos hacer lo que queremos. El último álbum de boleros fue muy exitoso, pero, en vez de seguir ahí, decidimos hacer un disco más cerca a lo que está sonando ahora. La compañía dijo que era un salto mortal sin red, pero que las canciones eran buenas, y no fue un trauma cambiar.

De hacer lo que nadie hacía han pasado a hacer lo que todos, el reguetón. ¿Se ha amoldado al final Café Quijano?

No es que fuéramos con las modas, pero esos ritmos colombianos los hace cualquiera y no porque sea tendencia, sino porque es un ritmo que te mueve. Nosotros no somos jóvenes en el sentido estricto de la palabra (risas), pero nos sentimos totalmente en el mundo actual.

Uno de los temas con esa base urbana es Perdonarme, en el que cantan que "se aprende de los fallos", ¿ha habido errores que han sido lecciones?

Sí, quizá cuando tuvimos ese parón de tanto tiempo no fue el mayor de los ciertos. Pero la primera época fue una locura, iba todo muy rápido. Estuvimos desde el 97 hasta el 2005, y me acuerdo de que no tuvimos ni un día de vacaciones. Llegó un momento en el que tocábamos como un robot, no lo disfrutábamos.

Aunque desde fuera se viera distinto...

Sí, pero hemos trabajado mucho, y hemos sufrido porque la vida del músico es bonita, pero dura. La gente nos ve y dice: "Mira al rico este que vive en Miami". Pero rico los cojones. Rico que tiene que recorrerse España y el mundo, y que duerme en trenes y autobuses.

¿Café Quijano seguiría unido si no fueran hermanos?

(Silencio prolongado) Si hay éxito normalmente se sigue, y nosotros hemos tenido siempre éxito, aunque ahora no salimos tanto en la televisión ni sonamos en la radio, pero hacemos 70 conciertos anuales, vamos a Latinoamérica... ¿Qué más puedo pedir, si tengo 51 años? (ríe).

Antes de reagruparse probaron la música por separado. ¿Les decepcionó no lograr individualmente lo que sí habían conseguido juntos?

Manolo hizo dos trabajos que fueron disco de oro. Por supuesto no fue lo que Café Quijano, pero él se sintió realizado, que era lo que quería. Aquel fue un año sabático, y cada uno hizo lo que le apeteció. Yo no tuve ninguna intención de hacer una carrera en solitario, pero sí perdimos tiempo porque esperamos mucho para volver.

¿De dónde les vienen esos ritmos latinos con los que regresaron, siendo de León?

Los boleros los habíamos mamado desde niños, pero luego entramos en el pop, algo de lo que también estábamos impregnados por nuestra edad. Pero la verdad es que somos bastante raros en cuanto al mundo de la música. Desde pequeños hemos estado muy en contacto con ella, porque nuestro padre es profesor, pero cuando empezamos nunca habíamos tocado juntos.

¿No les insistía su padre?

Nunca nos enseñó como tal, pero estábamos en casa y nos tropezábamos con las guitarras. Tenemos una foto Manolo y yo en el que él tiene cuatro años y está poniendo el La mayor en la guitarra. Yo aparezco a su lado, agarrando las cuerdas... La simiente ya estaba puesta. Siempre habíamos tenido esa comunión con la música, aunque nunca profesionalmente.

Cuando dieron el salto se dejaron de ternuras. ¿Cuánta verdad había en esa fama de golfos con la que jugaban?

Era la edad en la que estábamos. Yo tenía 27 años, y tampoco éramos tontos antes. Éramos chicos que habíamos visto bastantes cosas. Luego nos metimos en la música y es un mundo en el que quizá tengas que dar una imagen para vender. A nosotros nos encantan las chicas, disfrutábamos todo lo que podíamos, salíamos de fiesta... Pero que tampoco la gente se equivoque, porque si sales de fiesta cuatro días seguidos, al quinto ya no cantas, y nosotros tocábamos a diario. Diría que no éramos golfos, solo nos gustaba la buena vida.