El arquitecto Guillermo Barrios fue durante años docente en la Universidad Central de Venezuela, hasta que se mudó a Madrid por el régimen de Maduro. El próximo martes a las 20.00 h visitará por primera vez A Coruña para participar en el ciclo Atlas portátil del arte en Latinoamérica, un ciclo pensado para dar a conocer el arte moderno de la zona organizado por la Fundación Barrié.

La estética latinoamericana ha cobrado fuerza en los últimos tiempos. ¿Ha tardado en saber venderse?

En realidad, ha habido un posicionamiento en el tiempo que acompañó a la instauración del arte moderno en el mundo. De hecho, la segunda exposición individual que tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno de Nueva York fue precisamente sobre Diego Rivera, un artista de México. Ha habido un interés sobre el papel que ha jugado el Nuevo Mundo en el arte. Nuestra arquitectura se piensa como algo nuevo y preocupado por entender la luz del territorio.

De Luis Barragán, primer Pritzker latinoamericano, se dijo que hacía arquitectura poética. ¿Ha perdido la disciplina esa vocación artística?

Puede parecer que hay una dureza en ciertas formas de expresar la arquitectura, pero hay siempre una poética, una forma de elaborar un mundo que es propio de la imaginación de cada uno. Lo vemos por ejemplo en Mendes da Rocha, que hablaba de cómo el hombre se relaciona con el espacio.

Hoy estamos en plena ola ecológica, ¿cómo cree que debe responder la disciplina?

Debe ser una arquitectura preocupada por el consumo energético y sostenible en la forma. Creo que es un camino hacia el que se ha ido moviendo desde el siglo pasado.

Usted precisamente creó un departamento pionero sobre medioambiente en la Universidad Central de Venezuela.

Sí, fui uno de los fundadores en la escuela de arquitectura de un área que buscaba vincular la disciplina con la naturaleza. Fue en 1969, muy temprano. En Caracas comenzaba a haber un impulso hacia el reconocimiento de esos principios, y yo lo viví.

¿Es permeable la arquitectura a los problemas que actualmente vive el país?

Cuando hay dictadura, la arquitectura pierde foco. El gobierno supuestamente revolucionario, que debió acometer grandes cambios a favor de las poblaciones, ha hecho la peor arquitectura que puede verse hoy. Programas de vivienda masivos, que ya habían fracasado. La dictadura venezolana ha vuelto a ellos, generando bloques de viviendas inhumanos y sin contribuir a áreas verdes.

¿Somos conscientes del peso que tienen esas configuraciones en nuestras vidas?

Yo creo que cada vez más. Aquí en Madrid, encuentro que hay una ciudad amable en la que sus habitantes aprecian los movimientos que la han hecho menos agresiva. Eso genera una ciudadanía cada vez más interesada en la dinámica urbana.

Me habla de la capital, ¿qué carencias ve en Galicia?

Yo he ido solo a Vigo y a Santiago. En Vigo, con lo bello que es, me preocupó la cantidad de espacios que estaban desocupados. En Santiago me impresionó la calidad del ambiente urbano, pero no el desarrollo del museo diseñado por Peter Eisenman [Cidade da Cultura]. Me pareció totalmente fuera de escala, y creo que va contra su identidad.