Subió como la espuma con Auryn, y se enfrentó al desierto de su disolución en 2016. Pero Dani Fernández ha perseverado hasta hallar su camino. Incendios, su primer álbum, abre un nuevo capítulo en su carrera, en la que regresa a las pequeñas salas. El amor y el desamor se cuelan por todas las ranuras del disco, que ha agotado entradas para su cita de esta noche en la Sala Inn Club (22.30 horas).

¿Ha encontrado su voz?

Creo que me he encontrado a mí. No solo en la voz, sino en las historias. Hemos intentado crear algo que no se pareciera a nada y creo que lo hemos logrado.

El disco alude a las llamas, ¿qué ha echado al fuego?

He echado a la hoguera muchos recuerdos y muchas cosas para volver a empezar. Cuando pasa un incendio por un bosque arrasa con todo, pero luego sale una nueva vida que para mí es mi nuevo estilo.

También el amor parece haber sido arrojado a ese incendio que menciona...

Exacto (risas). Yo pasé por una etapa un poco complicada. Dejé mi banda y justo se me acabó también el amor con una pareja que tenía y me puse a escribir las cosas que estaba sintiendo...

¿Qué le consolaba entonces?

La música. Hay una canción para mí muy importante, Te esperaré toda la vida. Se la escribí a la música porque me di cuenta de que era lo que me hacía evadirme de todo lo que estaba sufriendo.

En el tema habla de ir a la deriva. ¿Le ha costado aclararse para esta nueva etapa?

Bueno, cuando empiezas un proyecto y has vivido otro diferente... Tuve que estar en esa deriva para ir nadando hacia un lugar nuevo. No es fácil, porque hay inseguridades y miedos...

Da la sensación de que difiere mucho del que era en el pasado.

Sí, pero ha sido algo natural. Es cierto que he hecho cosas con las que a lo mejor no me sentía al 100%, pero que cuando eres un niño aceptas. Me dejé llevar por un juego, pero a la hora de hacer mi propio proyecto me he dado cuenta de que para mí el contar historias es lo principal. Va más allá del dinero y de los recintos que llenes.

¿Por qué cosas tenía que pasar por el aro como banda?

Escuchábamos canciones y algunas a mí no me terminaban de convencer, pero a otros compañeros sí, y tenías que cantarlas. Ahora el que decide soy yo, y me creo mis temas. Comparando, estoy viviendo una vida musical tan real que no me quiero bajar de ella.

¿No resulta difícil quitarse el estigma de la boyband?

Es cierto que muchas personas te dicen que no tienes talento cuando vienes de una boyband. Pero con los años eso se va limpiando. La gente va viendo que tiene que haber talento porque, si no, el público no va a los conciertos.

Habla de años, y en su trayectoria se ve esa perseverancia...

(Risas) Es cierto. Siempre he tenido muy claro desde pequeño que lo que me gusta es cantar, y he luchado por eso. Yo me siento un adicto al escenario, a defender mis canciones. Cuando empecé, tendría unos 18, y ahora tengo 28. Han pasado 10 años...

Es bastante vida. ¿La vive tan al límite como asegura?

Yo creo que sí. Lo digo sobre todo por el mundo de la música, porque siempre estás apostando. Me gusta además el deporte, salir... Si guardas y guardas va a llegar un momento en el que te vas a dar cuenta de que no has vivido la vida como tienes que hacerlo, que es exprimiéndola. Pero cada cosa que yo voy haciendo se va quedando en mi piel.