Es diferente a todo lo que se ve a diario en las pantallas y puede, por ello, sorprender y hasta desconcertar, sobre todo por sus escasísimos diálogos y por la frialdad de unas imágenes que apenas conectan con el espectador. Pero, pese a ello, ésta es una película singular y a tener en cuenta que expresa una forma de acercarse a los personajes, en concreto a la protagonista, una Hannah madura que vive una tragedia íntima, marcada por el silencio y por las carencias dramáticas.

Es el estilo de un nuevo realizador, el italiano Andrea Pallaoro, que sólo había hecho una película, ´Medeas´ en 2013, que reúne en su modo de expresarse en el cine influencias reconocidas del Michelangelo Antonioni de la época de la incomunicación y de títulos como ´Desierto rojo´ y ´La aventura´. Diríase que la condición humana tiene un tratamiento distinto desde una perspectiva insólita.

Presentada en el Festival de Venecia, donde recibió la Copa Volpi a la mejor interpretación femenina, el otro soporte de la cinta es la excelente interpretación de Charlotte Rampling en un cometido, el de la protagonista, realmente arriesgado y proclive a todo tipo de excesos. Ella es una Hannah que puede que no motive a gran parte del auditorio, aunque sí deja entrever los factores que aprisionan su interior.

Desde el mismo comienzo somos conscientes de las repercusiones que sobre ella tiene el hecho de que su marido sea ingresado en prisión. El director decidió no aclarar el crimen del marido de Hannah porque no quería desviar la atención del centro de la película: su partida y arresto son un catalizador que fuerzan a Hannah a reconciliarse consigo misma. Pallaoro sentía que era crucial que nos demos cuenta de la seriedad de su acusación, "pero también es esencial (decía) que el núcleo de la historia permanezca en el mundo interior del personaje principal".