Al día siguiente de verla ya se la había recomendado, con acompañamiento de enérgicos ademanes y aspavientos, a todo aquel con quién me crucé en el camino: tomando café, desayunando, charlando, comiendo... ¡incluso cuando salí a correr, con el resuello perdido, sacaba fuerzas de flaqueza para recomendar esta colosal película!

Primer posible motivo de rechazo a rebatir, cuando recomendamos "Moneyball" a algún escéptico: es de deportes, en concreto, béisbol.

No.

O sea, sí. El trasfondo de la película de Bennett Miller es el béisbol, pero decir que "Moneyball" se reduce a eso sería como decir que "Río Bravo" o "Centauros del desierto" son del Oeste o que "El Padrino" y "Uno de los nuestros" son de gángsteres. Que lo son, por supuesto que sí. Pero que trascienden cualquier posible límite o encorsetamiento de género para erigirse en monumentos fílmicos que hablan al espectador de tú a tú. De hombre a hombre. De las cosas que, en realidad, nos pasan y nos preocupan en la vida.

Una segunda razón para no ver esta joya podría ser: "¿pero quién demonios es ese tal Bennett Miller y qué ha hecho antes como para que yo me moleste en ir al cine y pagar el precio de la entrada? Es cierto que su filmografía es corta, pero no es menos cierto que por su anterior "Capote" ya fue nominado al Oscar como mejor director. Pero es que, además, detrás de "Moneyball" sí hay un nombre cuyo trabajo es sinónimo de calidad: Aaron Sorkin, ganador del Oscar al Mejor Guión, el año pasado, por esa joya que es "La red social". Y padre de una serie cuya sola mención hace quitarse el sombrero hasta al más recalcitrante de los TVescépticos: "El ala oeste de la Casa Blanca".

- "Es que es de Brad Pitt", podría aducir alguien, especialmente remiso a hacer caso de esta reseña.

¿Y? ¿Qué pasa con Brad Pitt? El mozuelo, más allá de su pasión Angelina y su amor por las familias multiculturales, es un pedazo de actor como la copa de un pino, acumulando una espectacular filmografía a sus espaldas. Y, en "Moneyball", en su papel de iconoclasta y revolucionario manager; kamikaze y temerario hasta el arrojo, sencillamente lo borda. Y tiene la decencia y la humildad de aceptar que ya pasa de los 40 años y, por tanto, en los flash backs, es otro actor más jovencito el que interpreta su papel.

Y ya no se me ocurren qué más excusas podría poner alguien para no ver una de las grandes películas de la temporada. Una película que cuenta una historia real, de hace apenas unos años y que, como ocurría en "La red social", permite al espectador identificarse con lo que cuenta de una forma muy especial.

Una película sin golpes de efecto gratuitos, con un guión modélico que te atrapa durante dos horas y diez minutos en la butaca, sin necesidad de pistolas, persecuciones o explosiones.

Una película que ya están viendo todos los gurús del mundo de la empresa y que será cita y referencia obligada en los temarios del las Escuelas de Negocio más vanguardistas del mundo. Porque lo que plantea es algo tan sencillo como imprescindible, especialmente, en los tiempos de crisis que estamos viviendo: ¿cómo sacar el mejor resultado de los cada vez más escasos y menguantes recursos que tenemos?

"Moneyball" es la película que Florentino Pérez tenía que haber puesto a Valdano y a Mourinho, para que arreglaran sus diferencias. Es la película que Guardiola recomendará ver a sus más íntimos amigos.

"Moneyball", para ver por segunda vez, armado de papel y lápiz, para extraer de ella todo tipo de mensajes y enseñanzas.

"Moneyball", en pocas palabras: la película que hay que ver. Y que aplicarse.

Y punto.