Opinión | 360 grados

¿Es ya demasiado tarde para Ucrania?

¿Es ya demasiado tarde para que el Kremlin acepte devolver si no todos, al menos parte de los territorios anexionados a Ucrania y que han sido integrados mientras en la Federación Rusa?

Por desgracia es de pensar que sí, a juzgar al menos por las declaraciones de los dirigentes rusos, incluidas las últimas del propio presidente Vladimir Putin.

En presencia de su vecino y aliado bielorruso, Alexander Lukashenko, Putin insistió en que no fue Rusia la que comenzó la guerra, sino Occidente, al ayudar al derrocamiento por la fuerza en 2014 del presidente legítimo Víktor Yanukóvich, algo que nunca aceptó la población rusófona.

Mientras que la OTAN habla de una “revolución popular”, el Kremlin e incluso figuras de prestigio de Occidente como el economista de la Universidad de Columbia Jeffrey Sachs o el politólogo de la de Chicago John Measheimer reconocen el papel que la ex secretaria adjunta del Departamento de Estado Victoria Nuland tuvo en el llamado Euromaidán.

Pero Putin recordó también una vez más que Rusia y Ucrania habían llegado a un principio de acuerdo, hace dos años, en Turquía para detener el conflicto, intento finalmente frustrado por la intervención del ex premier británico David Cameron, que convenció a Kiev de que podía ganar la guerra con la ayuda militar de Occidente.

Todo esto es de sobra sabido aunque la mayor parte de los medios occidentales siguen insistiendo en la responsabilidad exclusiva de la Rusia de Putin, que, según insisten, se ha negado siempre a negociar.

Putin se mofó también de la propuesta suiza de organizar el próximo mes de junio de una reunión en torno al “plan de paz” del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, a la que Moscú ni siquiera ha sido invitado.

Lo que Kiev presenta como un plan de paz supondría la total rendición de Rusia, que habría de devolver todos los territorios que ha ocupado y pagar además reparaciones por todo lo destruido en la guerra.

Y ello en un momento en el que Ucrania, con una defensa antiaérea inexistente y con cada vez menos hombres y municiones, se ve sometida a continuos ataques rusos, que dejan sin luz a las ciudades y sin energía, a sus industrias.

Según Putin, el Kremlin sigue dispuesto a entablar nuevas negociaciones con Kiev, pero siempre y cuando tengan en cuenta las nuevas realidades sobre el terreno, que son muy distintas de las que existían hace dos años.

El problema, sin embargo, para Kiev es que Moscú no sólo no está ya dispuesto a renunciar a los cuatro oblasts de mayoría rusófona anexionados —Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón— sino que sigue insistiendo en la desnazificación y desmilitarización de Ucrania, objetivo inicial de su operación militar.

Y ello equivale a algo que, cuando se trata de gobiernos que le son hostiles, gusta tanto a Washington: un cambio de régimen, algo que la OTAN no puede dejar que suceda en Kiev.

¿Cómo se podrá salir del actual embrollo sin arriesgarse a una escalada del conflicto capaz de desembocar en una tercera guerra mundial? Algo que podría ocurrir con la propuesta del presidente francés de enviar a territorio ucraniano tropas de países de la OTAN que se prestasen a ello.

La realidad es que cada día que pasa, Rusia ocupa cada vez más territorio y muere más gente. Y así ¿hasta el último ucraniano? Porque la OTAN no puede ya, sin perder credibilidad, reconocer su error. Y ése es el drama.