El gran triángulo isósceles de su entrada es inconfundible para cualquier buceador que haya visitado esta cueva, la más compleja de las grutas submarinas que pueden encontrarse en la isla de Ibiza. Al menos, entre las que se han descubierto. El túnel de entrada se halla tan solo a trece o catorce metros de profundidad y conduce a una amplia cámara en la que esa profundidad se reduce progresivamente, en la que existe una especie de balcón desde el que puede contemplarse la disposición del espacio y distinguir el azul intenso de la luz que aún entra desde el exterior, y en la que suele ocultarse alguna ofiura y algún cabracho. En el sustrato, los hilos de Ariadna colocados por espeleobuceadores indican el camino hacia el interior.

La cueva fue descubierta, o al menos redescubierta, por el buceador Ángel Albero, cuando, a principios de los 90, buscaba en la zona puntos de inmersión interesantes que posteriormente ofrecería a sus clientes al abrir el centro de buceo Orcasub, en 1994. Recuerda que observó en el acantilado «una caída de agua» y decidió probar suerte en ese lugar. La gruta se abre justo debajo de es Hortets, en los acantilados de Santa Agnès, entre Punta Roja y Cap Negret. Desde el mar se observan las paredes de piedra que indican la presencia de esos huertos ya abandonados, que se alimentaban del agua de lluvia que, procedente del Pla de Corona, se filtraba en el suelo y reaparecía en las fuentes de los bancales.

Entraron tres buceadores y, aunque en esa primera inmersión prácticamente visitaron solo la sala principal, decidieron regresar de nuevo, con las botellas de aire bien cargadas, para investigar mejor la espelunca. La segunda vez ya descubrieron las dos burbujas (cámaras de aire) de las que la cueva dispone. La primera es bastante pequeña y, por debajo de ella, un par de estalactitas revelan que, en el pasado, la cavidad no estaba bajo el mar y que hasta allí se filtraba el agua dulce de es Hortets.

Desde la primera cámara, el hall de la cueva, un túnel conduce a una segunda sala con una burbuja «en la que caben perfectamente cinco o seis buzos», señala Ángel Albero, donde ya no llega luz del sol ni se puede ver el triángulo de claridad de la entrada. Casi una década después del descubrimiento, el biólogo catalán Andreu Llamas visitó la isla, en el año 2000, y buscó la ayuda de Ángel para la descripción de algunos lugares del área oeste y hacia el Norte. Al preguntarle si existía alguna cueva submarina en la zona, el buceador le habló de aquella gran gruta bajo es Hortets, pero no pudo identificarla con un nombre porque, que él supiera, no lo tenía.

Con nombre de su descubridor

Entonces, Llamas le propuso bautizarla con su nombre, y así acabó llamándose Cueva de Ángel o Cueva del Ángel.

La gruta se adentra unos cien metros hacia el interior. Pero tras la segunda cámara, la situación se complica tanto que las inmersiones recreativas suelen acabar antes de llegar tan lejos. Quienes se adentran aún más en la cavidad deben hacerlo a través de una gatera de la segunda cámara, por la que los buzos sólo pueden pasar de uno en uno y rozando las paredes.

A través de ese hueco se desciende a una tercera cámara, amplia pero de poca altura. Y, además de por su tamaño, sus tres cámaras y sus dos burbujas, si por algo destaca la Cueva del Ángel, que forma una ancha P con el palo muy corto y la curva muy ancha, es por tratarse de un espacio con fondo de rocas, sin sedimentación, lo que facilita que se mantenga la nitidez del agua durante todo el recorrido, en el que a menudo pueden encontrarse corvinas, langostas, ofiuras, escórporas y cangrejos.