La última vez que nos vimos fue en el plató de Alaska y Segura. Allí había acudido Alicia como solía hacer siempre que le era posible, aceptando la invitación de su amigo Santi Tabernero, a presenciar el espectáculo en directo desde los butacones de la primera fila. Cuando acabó el festín, fue ella la que me invitó a subir en su coche para trasladarme desde los Estudios Buñuel hasta el centro de Madrid. La conversación giró en torno a sus viajes en torno a las últimas entregas de En portada que llevaba entre manos.

A la Montano le horrorizaba prejubilarse. Por eso cuando llegó el momento del ERE por el que los trabajadores más veteranos de RTVE podían hacerlo en condiciones económicas muy ventajosas, ella ni se lo planteó. El privilegio era ejercer el periodismo en la televisión pública, no en cobrar el sueldo desde casa. Así, entre 2004 y 2012 dirigió Informe semanal, más tarde en En portada y desde 2018 fue directora de la Unidad de Igualdad, transversal y de nueva creación, implantada por Rosa María Mateo.

Tan peleona era Alicia con la televisión pública que se presentó a presidir la Corporación, quedando como candidata número 1 según el baremo de méritos. Y qué bien hubiera desempeñado este cargo. La enfermedad ha truncado la vida de Alicia a los 64 años. Para quienes no sabíamos de sus problemas de salud ha sido como si se nos hubiera ido tras un fatal accidente. Pero cuánta vida vivida deja. Sus días valían por semanas de otros, sus semanas meses, y sus meses daban de sí como muchos años de biografías anodinas.

Como dijo Carlos del Amor, Alicia tenía la voz más bonita de TVE. Sus reportajes enaltecían el objeto de investigación, como cuando cubrió los rodajes de las películas de Pedro Almodóvar, a los que la voz de la Montano revalorizaba. Ya te estamos echando de menos.