Netflix acaba de poner punto y final a una de sus comedias más veteranas. Poco a poco, la plataforma de pago va poniendo punto y final a sus primeras series para embarcarse en nuevos proyectos. Los seis episodios finales de la cuarta temporada de Unbreakable Kimmy Schmidt se estrenaron la semana pasada, tras habernos ofrecido antes del verano la otra mitad. Se hablaba de la posibilidad de que los creadores de Kimmy, Tina Fey y Robert Carlock, hicieran una película para cerrar posibles cabos sueltos. Pero el último episodio es un especial de doble duración en el que las cosas quedan cerradas y con un The End de color de rosa sobre el cielo del barrio donde la protagonista ha pasado los últimos cuatro años rehaciendo su vida tras escapar de las garras de un fanático religioso. El final llega, paradojas de la vida, cuando la serie ha cerrado una de sus mejores temporadas. Quizá fuera un intento de los guionistas para evitar el fin. Algunos espectadores se bajaron en algún momento entre la segunda y tercera temporada. La cosa remontó en la cuarta. De hecho, uno de sus episodios que parodiaba a las nuevas series documentales fue uno de los mejores que se emitieron el año pasado. Nada de esto ha salvado a Kimmy de la guadaña. Podía ser un poco cargante a veces, pero su estilo de humor tenía su singularidad y, bajo la apariencia de la simplicidad y la inocencia de Kimmy se escondía toda una crítica a la sociedad actual. Toca decir adios a su sonrisa, a sus excentricidades y a sus ropas de color de chillón.

El mundo ha cambiado mucho en estos últimos veinte años. Algo así debieron pensar Tina Fey y Robert Carlock cuando se sentaron a crear la serie. Kimmy Schmidt (Ellie Kemper) ha pasado los últimos quince años de su vida encerrada un bunker bajo tierra con otras tres mujeres, secuestrada por un fanático religioso que les ha hecho creer que el mundo ha terminado y que son supervivientes del apocalipsis. Puede parecer un poco dramático, pero es el punto de arranque para una serie que hace del humor absurdo su bandera y en el que la protagonista descubre un mundo de color de rosa cuando es rescatada. El personaje sería una mezcla entre Oliver Twist y Little Orphan Annie. Porque Kimmy sale del bunker en plena crisis económica y se mueve en un mundo en el que las diferencias entre ricos y pobres son abismales. Su nueva vida transcurre entre los despojos de la sociedad y la jet set. Kimmy Schmidt es una mujer ingenua y de mentalidad un poco infantil. Aunque ha evolucionado a lo largo de estos cuatro años, esa ingenuidad se ha mantenido hasta el último episodio, en el que cuando le hablan del oficio más antiguo del mundo cree que éste es el de "abogado de dinosaurios".

Para rehacer su vida tras recuperar su libertad, Kimmy se asienta en Nueva York donde se junta con un grupo de amigos que son casi tan inadaptados sociales como ella. Su compañero de piso, Titus Andromedus (interpretado Tituss Burgess) un fracasado actor gay de musicales, de color, algo de sobrepeso, en quien su narcisismo compite con su inseguridad para todo. Su casera, Lilian (Carol Kane), una mujer madura que parece que en los 60 se tomó más LSD de la cuenta. O su jefa, Jacqueline White (Jane Krakowsky), una barbie-mujer florero cuyo modo de vida es buscar millonarios que la mantengan y financien sus caros gustos. La serie nos cuenta cómo todos ellos intentan salir adelante y luchar por sus sueños. Las antiguas compañeras del bunker, una de ellas con síndrome de Estocolmo, los insufribles hijos de Jacqueline, que odian a Kimmy, o el novio de Titus han sido otros de los personajes recurrentes a lo largo de estos cuatro años. Por no hablar de CHERYL, ese robot doméstico creado en la primera temporada y que durante toda la serie ha ido teniendo distintos cameos en las situaciones más absurdas. Tan pronto estaba de camarero en un bar, como bailando en una discoteca o jugando a los bolos en Tokio.

Unbreakable Kimmy Schmidt ha estado siempre muy apegada a la actualidad de su país. Este último año se ha atrevido a hacer humor con temas tan escabrosos como el movimiento #MeToo, el espionaje masivo de las grandes firmas tecnológicas de Internet a los usuarios. Así ha sido en toda la serie. Ahora le doy cera a Obama, como luego a Donald Trump. Atención a la parodia que hacen de él en una realidad alternativa donde Kimmy no fue secuestrada por el reverendo. Uno de los problemas de Kimmy Schmidt es que si no se conocen los referentes reales, no siempre se puede comprender su humor. Cuando no se entienda una línea de diálogo o parezca fuera de sitio, es seguro que nos estamos perdiendo su referente real.

Resulta llamativo ver como la serie se mete en el jardín del acoso sexual en un momento en que otros dos de títulos de Netflix se han visto salpicados por escándalos de este tipo. En House of Cards, las denuncias le costaron el puesto a su protagonista, Kevin Spacey. Por su parte, Aziz Ansari, el responsable de Master of None, fue denunciado por una mujer por abusos. Cuando los nuevos episodios no llegaban, algunos pensaron que también habría sido cancelada. Pero parece que la plataforma no ha dado credibilidad a la denunciante porque quieren hacer una tercera temporada.

Si en American Crime Story Ryan Murphy trataba de rehabilitar la imagen de la fiscal Marcia Clark durante el proceso a O. J. Simpson, los guionistas de Kimmy Schmidt no tuvieron piedad con ella en la hilarante parodia del juicio que nos mostraron en el final de la primera temporada. Los cameos de celebridades y actores famosos han estado a la orden del día a lo largo de estos años. En los episodios finales, tenemos la aparición sorpresa de Ronan Farrow interpretándose a sí mismo como un periodista que investiga un caso de abusos sexuales a aspirantes a actores por parte de una pervertida marioneta de Barrio Sésamo. Recuerda mucho al escándalo de Harvey Wenstein. Y no es casualidad. Farrow, hijo de Woody Allen y Mia Farrow, es el periodista que destapó el caso. Asegura que ha dado el dinero que percibió por el papel a una asociación de ayuda víctimas de abusos sexuales y no ha tomado como algo ofensivo que se pretendiera hacer humor de algo tan delicado. A lo mejor, es que sus autores sabían cómo hacer los chistes sin ofender a nadie. En otro episodio, hemos visto manifesticiones y contramanifestaciones de ultramachistas contra ultrafeministas reivindicando exactamente lo mismo, aunque por diferentes motivos.

Los ejecutivos de Netflix han pensado que ya es hora de pasar página. En su día la repescaron cuando acababa descartarla la NBC y buscaban desesperadamente nuevos títulos para engrosar su catálogo en sus inicios. Ahora les sobran proyectos. Han dado un final feliz a todos sus personajes y les han hecho cumplir sus sueños. Kimmy Schmidt nos ha dicho adiós y cierra una página en la historia del humor en televisión.