Las dos temporadas de 'The Handmaid's Tale'(o El Cuento de la Criada) han terminado en los últimos días en las dos plataformas que la estaban ofreciendo en España. Para quienes la han disfrutado por primera vez en Antena 3, tienen la posibilidad de ver a la carta la segunda temporada en HBO (en Estados Unidos la emite Hulu). O esperar a que la cadena en abierto emita los nuevos. La primera temporada adapta la novela escrita por Margaret Atwood en la que se nos habla de una distopía machista; mientras que en la segunda los guionistas se dedican a bucear en esa sociedad dictatorial continuando la historia más allá de donde terminó el libro. Las comparaciones son inevitables y pronto viene la pregunta, ¿y cuál es mejor?

La primera temporada cuenta con el potente peso literario de la obra en la que se basa y se ciñe a ella, mientras que la segunda continúa la historia a partir de donde terminó el libro y profundiza en las tramas y personajes que ya conocimos, así como otros nuevos. La primera cuenta con el aliciente de la novedad; la segunda, con el de ir más allá de la trama que adaptaba. El hecho de que la propia Atwood esté en el equipo creativo de la serie, garantiza la fidelidad al material del que parte y que no se romperá su espíritu. Es algo muy parecido a lo que pasó con 'The Leftovers'. La primera temporada adaptaba (a su manera, eso sí) la novela de Tom Perrota y después en la segunda iba expandiendo este universo de ficción.

Sin comerlo ni beberlo, 'The Handmaid's Tale' se ha convertido en bandera para los movimientos anti Trump comparando la norteamérica actual con esa República de Gilead donde de la noche a la mañana se alzó el fanatismo y millones de ciudadanos perdieron sus derechos.

La segunda temporada arrancó de manera muy potente, con la metafórica muerte de Defred que quemaba sus vestimentas de criada para retomar su identidad de June (Elisabeth Moss) huyendo de Gilead. Esta promesa de cambio quedó atrás, para luego volver a poner a todos los personajes en la misma situación en la que estaban. Este giro levantó olas de indignación entre algunos espectadores, al ver que no se iba a arreglar nada y que lo único que les esperaba era ver como puteaban a June semana tras semana. Hasta el último capítulo, claro, que es el momento de la sucesión de cliffhangers. Parece que la lucha contra el patriarcado de Gilead va a ser muy larga y las cosas no van a cambiar de la noche a la mañana. De hecho, y que esto sirva como aviso para próximas temporadas (alerta de spoiler, los que no lo quieran saber que salten de párrafo), la novela de Atwood tiene un epílogo en el que se narra que esta confrontación es muy, muy, muy pero que muy larga. Los derechos se pueden perder de la noche a la mañana, pero luego no se recuperan con tanta facilidad.

June volvía a la casa de sus amos, para seguir gestando al bebé que iba a tener que parir para ellos. Después de todo lo que ya vimos, no era muy creíble que la vida de June en esa casa pudiera volver a ser como antes. Los guionistas han sabido darle bien la vuelta a la historia. En la primera temporada June usaba al comandante Fred Waterford (Joseph Fiennes) para conseguir algunos de sus fines. En la segunda, ha sido la Serena (Yvonne Strahovski), la esposa, la inesperada aliada. Su personaje era uno de los mejores de la serie, pero en esta última temporada ha crecido muchísimo y se ha hecho mucho más complejo. De ser la villana, la reina de hielo, hemos visto su lado más humano y en varios momentos la hemos visto a punto de rebelarse contra el sistema que ella misma ayudó a crear, para luego volver a recrearse en su oscuridad. ¿Habrá elegido bando para la próxima? Al fin y al cabo, el comandante Fred es un poco pelele. Como villana es mucho mejor su mujer, aunque los guionistas se lo han puesto difícil para que continúe en el lado oscuro.

Tanto Elisabeth Moss como Yvonne Strahovski están nominadas para los Emmy que se entregarán en septiembre, como actriz principal y como secundaria, respectivamente. Muchos queremos el Emmy para Strahovski, pero tiene entre sus competidoras a Vanessa Kirby por su papel de la princesa Margarita en 'The Crown' (antes de que sea sucedida en el personaje por Helena Bonham-Carter) y eso también son palabras mayores.

Un problema de esta segunda temporada es que en ocasiones repite cosas de la primera, pero mantiene el nivel y siempre mantiene al espectador con la tensión de ver cuál será la siguiente atrocidad a la que la sometan. Las piezas de nuevo quedan dispuestas para que en la tercera temporada empiecen a cambiar algunas cosas, algo que deben hacer o correrán el riesgo de agotar a su público de tanto someterle a dosis semanales de sadismo.

Entre esta resistencia de la serie a cambiar, el giro para que personajes que estaban encarcelados por delitos de alta traición al sistema y que por causas de fuerza mayor regresan a su puesto de criadas (hablo del personaje de Alexis Bledel) está un poco forzado, pero pasados un par de capítulos hasta se te olvida.

Mientras tanto sobre la serie va cayendo una especie de leyenda negra sobre la cantidad de personas que dejan de verla al no poder resistir su violencia. A pesar de Antena 3 la ha emitido con un año de retraso y buena parte de los aficionados a las series ya la han visto, logró una cifra de un millón y medio de espectadores el día que se emitieron los dos primeros episodios. Una semana más tarde, la cifra se redujo drásticamente a los 650.000. Alguien podría pensar en la reacción a una bajada de calidad de la serie, aunque en este caso no es así. Quizá no es un título para todos los gustos, aunque a uno lo que le gustaría es que la calidad fuera respaldada con unas audiencias masivas. Doy por hecho que aquellos que la critican porque es muy desagradable, no verán 'The Walking Dead'. Aunque en las plataformas en streaming no dan datos de audiencia, no sé si algo parecido ha debido pasar durante la emisión de la segunda temporada. Tras los tres capítulos en que nos dimos cuenta de que June no escapaba y que le esperaban nuevas perrerías. Algunos dijeron, aquí me bajo. Otros esperamos que las aberraciones de Gilead sigan removiendo conciencias durante un tiempo más.