Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Lógica borrosa, Sánchez, la oposición y la actualidad

Los días siguen siendo convulsos, queridos y queridas. En nuestro país, el ejercicio de la política de partido ha continuado cayendo hacia sus momentos más bajos, sin que tales organizaciones se den cuenta de que así perjudican de forma grave a la construcción democrática. O, alternativamente, anteponiendo claramente a ello sus propios intereses. Su afán de poder. Y todo en un entorno en el que, lo hemos repetido aquí mil veces, la praxis política trasciende su propio papel para impregnarlo todo. No debería ser así. La política debería tener un tono, un nivel y una presencia mucho más bajos, simplemente garantizando que todo fluye y permitiendo la creatividad, el trabajo personal y colectivo, el sosiego y el nacimiento de una sociedad mucho menos polarizada. Pero aquí no... Y, de ello, hay culpables claros.

Buenos días, amigos y amigas. He querido comenzar con ese primer párrafo así, sin anestesia. Y es que creo que la situación pasa ya hace tiempo de lo que los ciudadanos y ciudadanas deberíamos tolerar, en términos de que tal actividad de gestión de lo público no enmarañe todo lo demás, con unos modos y unas tácticas a veces verdaderamente repugnantes. Hemos construido un monstruo, un Estado complejo con mil y una instancias y derivaciones que, por sofisticado y alambicado, a veces es o quiere ser el único protagonista. Y en él se desenvuelven de forma táctica y sibilina las nuevas estrellas del rock, arropadas por sus medios afines y denostadas por los contrarios. Pero nada de lo que parece es real, o casi nada. Para el ciudadano o la ciudadana medios —incluido yo— es muy complicado entender la lógica de todo ello, por sus mil matices y toda la agenda oculta que hay detrás. Por eso lo que trasciende a partir de ahí son jirones de información, retazos que no conforman un todo, y ante lo que es imposible tener una opinión clara. Hay demasiada mercadotecnia en los “canutazos” presuntamente informativos. Demasiada intrahistoria...

Es por todo ello que, viendo el tema del momento, no soy quien para opinar. Qué sé yo. Si ha habido mala praxis o corrupción, a lo que nos tienen tan acostumbradísimos en esta triste democracia heredera de modos dictatoriales nunca suficientemente expurgados, que se juzgue. Y si no, que se callen. Yo no sé qué pasó y cuál es la situación real de los acontecimientos. Pero sé que cuando se juntan determinados argumentos y argumentadores para manchar, sin mucha más argamasa que explicar que el padre de una señora es propietario de no sé qué saunas, la etiología de todo ello resulta al menos sospechosa. Si hay pruebas concretas contra alguien, actúese. Pero no se intente conculcar el resultado de las urnas, le pese este a quien le pese. Y viendo a quien está detrás de determinadas acusaciones...

Voté a Sánchez en clave nacional más de una vez, de forma diferente a lo que voté en Galicia. Y lo volvería a hacer. No porque Sánchez —ni ningún otro— me resulte un personaje áureo, imbuido de prosa celestial o de algo demasiado diferente a lo que enarbolan muchos otros dirigentes. Lo hice y lo hago porque veo nítidamente cuál es la alternativa, y francamente soy de los que piensan que esta da miedo. Creo que el PSOE lo podría hacer mejor, pero también entiendo que detrás de muchas de las críticas a su proyecto está algo mucho más siniestro, homogeneizador y apegado a nostalgias que huelen muy mal. Creo que Feijóo, en la oposición, podría desempeñar en tal labor de control un papel mucho más constructivo. Pero me parece que su actual planteamiento tiene que ver con el equilibrio de fuerzas en su propio partido —y sobre esto ya hemos hablado algunas veces— que le empuja a aliarse con las tesis de aquellos a quien no debería ni considerar.

Con todo, y a modo de resumen, no acierto a ver lo que pasa de forma exacta. Pero no se engañen, esto le ocurre también a la mayoría de los opinadores que denostan al actual presidente y que sobre él hacen “memes” y le instan a dimitir. Es la tiranía de quien habla sin descansar desde postulados sesgados, de lo que sabemos mucho en Galicia. Y si no, que se lo pregunten a Quintana, a quien algún medio puso en la diana y finalmente abatió. O a Iglesias Turrión, volviendo al panorama nacional, quien al margen de sus propios errores y de su propio fuego amigo fue destruido por encargo desde determinados altares de la comunicación o con la connivencia de otros.

Y no, no sé qué va a pasar. Pero sé lo que deseo, que reitero una vez más. Y eso es que, estando Sánchez, Pérez o María Santísima, baje el nivel de crispación y de zafiedad que reina hoy en el panorama de lo público, con demasiado protagonismo de lo que debería ser sólo accesorio y facilitador, y nunca central y destructivo. Escúchese al pueblo y, habiéndose votado, déjense de tonterías y pónganse a trabajar para mejorar la situación de una sociedad cada vez peor, con mayor brecha entre quien más tiene y quien no llega a fin de mes, o con carencias graves en la gestión de servicios sociales básicos, incluidas sanidad o educación. Una sociedad sin duda fracturada, y no solamente por la gestión en Madrid, sino especialmente en las comunidades autónomas. Es perentorio un cierto reajuste del enfoque de la política, desde mi humilde punto de vista. Y, ¿saben por qué? Porque si no, la misma terminará tan alejada de la realidad —como ya está— que será incapaz de conectar con la sociedad y ser sensible a sus problemas, intereses y lógica más elemental...

No, no sé qué dirá Sánchez cuando termine de reflexionar. Lo que sé es que, viendo a quién tiene enfrente y cómo respira, la aplicación de una lógica borrosa de lo más elemental nos lleva a la necesidad de que el ruido no cambie el rumbo de los acontecimientos y a que se respete la actual aritmética parlamentaria, que no deja de ser sino la palabra soberana de nuestra sociedad. Y esa tiene que ser, sí o sí, sagrada en democracia.